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En el laberinto

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

En declaraciones recientes ha querido explicar las muertes de dos funcionarios de la salud de la manera más cínica

La semana pasada, la Corte Constitucional dio paso al juicio político contra el Presidente Lasso, legitimando un proceso que tambaleó por momentos. Aunque para algunos ese dictamen selló el destino de esta administración, Carondelet aún cuenta con suficiente margen de maniobra frente a sus oponentes más débiles. No obstante, poco importa eso si reconocemos que el peor enemigo del Gobierno está en su cabeza.

Muchos hemos repetido una y otra vez las faltas del Presidente: vanidad, austeridad, necedad, inconsistencia, soltura con las acusaciones, nulo respeto por los compromisos, poco sentido de urgencia, una tenue visión de su débil posición y otra mucho peor del resto tablero. Sin embargo, los sucesos de los últimos días, demasiados para cubrirlos todos, no son sencillamente más de lo mismo. Estos confirman que la corrección que muchos hemos reclamado es imposible. Guillermo Lasso se ha mostrado incapaz de cambiar el rumbo.

En declaraciones recientes ha querido explicar las muertes de dos funcionarios de la salud de la manera más cínica, diciendo que sus asesinatos implican “que se está poniendo orden”. Sin tocar lo dudoso de tal afirmación, cualquier avance logrado fue deshecho por estos delitos atroces. ¿Qué orden puede haber donde los delincuentes matan con frecuente impunidad? Estos crímenes se suman a varios homicidios más: policías, funcionarios judiciales y carcelarios. ¿Qué garantías les quedan a los funcionarios honestos del país?

Si sus palabras no bastan, entonces que hable su silencio. El mismo día que emitía esas declaraciones, se conoció del asesinato de Rubén Cherres. Desde entonces, con entrevista en televisión de por medio, el Presidente no ha sabido explicar cómo así una de las piezas claves del Caso Encuentro, quien contaba con orden de arresto y a quien había mandado a buscar, se paseaba libremente por el país y terminó encontrando la muerte a manos de personas cuya identidad solo podemos suponer.

Sea cual sea la causa detrás de esta actitud, incompetencia o malicia, sobran razones para creer que hechos así se repetirán. Antes de Lasso ya estábamos perdidos, ahora estamos atrapados en su laberinto.