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El mandato olvidado

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Se apresuró a anunciar la recuperación económica mientras admitía que se iba a concentrar en tapar huecos y brechas con plata que no alcanza.

Entre pugnas y tragedias y con una crisis global tras otra, el Gobierno todavía no cumple su primer año, pero ya se siente eterno. Empezó confundido, enredado entres promesas de encontrarse con todos y de perseguir a las mafias, reales o imaginadas. Se apresuró a anunciar la recuperación económica mientras admitía que se iba a concentrar en tapar huecos y brechas con plata que no alcanza. Se vistió de los colores del progresismo pero nunca quemó las banderas conservadoras. En medio de tanta confusión, enredo y contradicción, parece que se perdió y perdido llegó a donde está.

Ahí, cada vez más solo y acorralado, llega a los extremos de anunciar que gobernará sin la Asamblea. Eso sería más preocupante de lo que ya es si no fuera por lo patético que suena viniendo de un gobierno que no tiene el capital político para gobernar a punta de consultas ni la fuerza bruta para meter todo por decretos. Por ese camino solo le queda empuñar un revólver sin balas mientras agoniza en el tiempo que le queda, ya que nuevamente se niega a lanzarse a la aventura suicida de dinamitarlo todo con la muerte cruzada. Sin embargo, el presidente y su equipo pueden decidir tomar otro camino, empezando por regresar a lo que dejaron olvidado en su temprana confusión: el mandato popular.

Aunque el presidente Lasso llegó al poder por el voto de la mayoría, no todos lo eligieron para lo mismo. Su voto duro, de primera vuelta, puedo haber sido más claramente lassista y apegado a su visión de sus campañas anteriores, y aun así fue un voto conseguido en alianza. En la siguiente ronda pareció entender que debía apelar a muchas otras visiones y aprender a ceder para ganar. Apostó por el encuentro y capturó el voto de muchos que no querían saber nada de correísmo o lassismo, pero dirimieron por el Guillermo Lasso que se presentó como un demócrata dispuesto a escuchar y ceder.

Ahí estaba su mandato, en equilibrar su propuesta de toda la vida con los deseos de un Ecuador diverso y complicado. Ahí está su salida, en aceptar que no debe buscar pasar solo sus leyes y gobernar solo con sus amigos. No logrará todo lo que quiere, pero al menos cumplirá con su deber con todos.