La otra pieza

Finalmente, algunos especulan que el líder de la Conaie y sus colegas tienen ambiciones electorales.
La convalecencia del Gobierno tiene a muchos confundidos. Siguen diciendo que, a pesar de los esfuerzos opositores, se sostiene. La realidad es la inversa y es que a los inquilinos de Carondelet los sostienen sus enemigos. Ya sabemos que en la Asamblea temen por sus puestos, mientras que los correístas miden los tiempos para decidir si se lanzan a la guerra. Pero no podemos quedarnos viendo solo a la Asamblea y a los cabildos. En las calles también se deciden los destinos del país y esas calles siguen otra lógica.
Allí también sostienen a Lasso. El paro no tiene fecha todavía y, aunque esto puede cambiar, ya llevamos algunos días sin señales claras. Mientras tanto la coalición indígena va mostrando grietas y la culpa no se la pueden lanzar al Ejecutivo, porque es a Iza a quien culpan por dividir a la Fenocin. Sin embargo, la Fenocin es quizá la parte más pequeña del frente y su división interna no puede ser la causa detrás de la demora de la Conaie. Entonces, ¿qué los detiene?
Primero lo más evidente, pero lo más ignorado: un paro no es sencillo. Hay que movilizar a las bases y preparar los suministros en dinero, vituallas y combustible para llevarlos hasta la capital y tenerlos ahí por tiempo indefinido. Esas matemáticas no son fáciles y se vuelven más difíciles cuando toman en consideración las economías familiares y comunitarias de las bases que no pueden dejar sus tierras y negocios botados por demasiado tiempo ni en cualquier temporada.
También deben medir a los otros actores. Saben que no pueden contar con el correísmo de manera segura y el correísmo manda señales contradictorias, a momentos apoyando la lucha popular y luego condenando el desorden y amenazando con cerrar puentes. El correísmo sueña con volver a gobernar y no quiere lidiar con una Conaie fortalecida. La Conaie tiene memoria y entiende eso.
Finalmente, algunos especulan que el líder de la Conaie y sus colegas tienen ambiciones electorales. De ser así, deben temerle al paro. El votante promedio, el que instala presidentes, puede apoyar movilizaciones por momentos, pero reciente la destrucción y los radicalismos. Y si instala al radical, hay que ver si lo sostiene.