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¡Purga ya!

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Sacar unos cuantos generales no es suficiente para garantizarle al país que la corrupción haya sido vencida

Frente a los últimos audios compartidos por La Posta, el Gobierno Nacional reaccionó como nunca y removió a dos importantes generales que figuraban en las filtraciones. Por más extraordinaria que haya sido la rapidez de su respuesta en esta ocasión, esto es poco.

Dos oficiales no pueden actuar aisladamente a ese nivel. Para uno de ellos este no es el primer escándalo. Y para la fuerza pública, que tanto se ha victimizado entre el resto de las instituciones, la intromisión en la política y los nexos con el crimen organizado no son nuevas historias.

Si el Gobierno, en el poco tiempo que tal vez le queda, quiere cumplir con su deber y salvarse un poco ante el juicio de la historia, debe dar paso a una purga sin precedentes en las filas de la Policía Nacional. Y eso nada más para empezar.

Sacar unos cuantos generales no es suficiente para garantizarle al país que la corrupción haya sido vencida. Las estructuras cómplices y las deficiencias institucionales que han permitido los abusos revelados por La Posta, así como los incontables casos de colaboración con las mafias narcodelictivas y de violencia contra la ciudadanía, y los propios uniformados, seguirán ahí.

En Carondelet dirán que una purga sería una locura, casi que un suicidio político. Consideraciones como esa son traicioneras con el país. La República, no el gobierno de turno, es lo que más importa y ella permanece en constante amenaza de muerte mientras las mafias y las trincas pululen por los cuarteles.

Esto no significa que dar los pasos necesarios no sea peligroso. Entre la oposición del momento, hasta ahora los únicos sucesores claros después de las próximas elecciones, no faltan quienes prometen regresar para vengarse y nunca más irse. Ellos no dudarán en secuestrar el ímpetu por reconstituir el control civil y el orden interno en la fuerza pública y convertir cualquier intento de reforma en una toma de las instituciones militar y policial.

Ante tales escenarios, lo que nos queda a los ciudadanos honestos es la audacia. Urge el despertar de la sociedad civil y el reordenamiento del sistema político. Si nos quedamos como estamos, lo único frente a nosotros es el abismo.