Claudia Tobar: Entre canas y ‘smartphones’

Envejecer es un proceso natural que todos experimentamos. Desde canas y arrugas, a cambios más sutiles como la pérdida de memoria. Aunque el declive de la memoria puede comenzar alrededor de los 22 años, suele hacerse notable después de los 60.

Este deterioro se manifiesta en olvidos comunes, a menudo atribuidos a la edad. Si bien no existe una fórmula mágica para revertir el envejecimiento cerebral, hay estrategias para mantener nuestras habilidades cognitivas activas.

La adopción digital entre personas mayores de 60 años ha aumentado significativamente, con un 44% utilizando activamente redes sociales. Esta conexión digital ofrece entretenimiento y facilita el contacto con seres queridos; sin embargo, no debe reemplazar las interacciones sociales en persona. Actividades como conversaciones cara a cara, risas compartidas y juegos de cartas proporcionan estímulos que las pantallas no pueden ofrecer.

Para algunos adultos mayores, el uso del celular puede convertirse en una adicción. La dopamina liberada durante estas interacciones digitales gratificantes incrementa las horas de uso diario. Este uso excesivo puede afectar la memoria, ya que la sobrecarga de información satura nuestra capacidad de procesamiento y dificulta la atención sostenida. Además, las constantes interrupciones asociadas al uso del celular fomentan la multitarea, lo que puede llevar a una formación más superficial de nuevos recuerdos. La dependencia de la tecnología también puede disminuir el uso de nuestras funciones de memoria, como recordar fechas, nombres y eventos sin asistencia digital.

Se recomienda establecer límites en el tiempo de uso de dispositivos y participar en actividades que requieran mayor concentración, como la lectura, juegos de cartas y conversaciones en persona. Estas prácticas ejercitan nuestras habilidades cognitivas y fomentan la socialización activa, contribuyendo al bienestar mental y emocional en la edad avanzada.