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Claudia Tobar: Criar en el mundo moderno

Avatar del Claudia Tobar Cordovez

Criar en este mundo moderno significa navegar entre generaciones con realidades profundamente distintas

La crianza, como todo, ha evolucionado profundamente. Hoy las dinámicas parentales son muy distintas a las que vivieron nuestros padres. Antes un error de un hijo (travesura, mala calificación, acto de rebeldía) se enfrentaba con castigos físicos, psicológicos o privación de privilegios, en la creencia de que las consecuencias evitarían la repetición del comportamiento. En la actualidad, tendencias como la disciplina positiva, la crianza consciente y la reflexión proponen abordar los errores como oportunidades de aprendizaje, no de sanción. Mientras la crianza tradicional buscaba obediencia y respeto, hoy se enfoca en criar hijos seguros de sí mismos, emocionalmente resilientes y conectados afectivamente con sus padres. Objetivos tan distintos exigen métodos igualmente diferentes, marcando una transición hacia una relación más colaborativa entre padres e hijos. Sin embargo, esta transformación no ocurre en un vacío. Un factor que ha cambiado todo en los hogares modernos es la tecnología. Su influencia desborda los límites de la crianza tradicional, afectando tiempos, valores, comunicación y estímulos. Los padres de hoy no solo deben proteger a sus hijos de peligros fuera de casa, sino también de riesgos digitales: desde la presión de redes sociales sobre su salud mental hasta la constante comparación con las ‘vidas perfectas’ que ven en internet. Muchos jóvenes crecen idealizando el éxito inmediato, modelado por ‘influencers’ que comparten realidades editadas, a menudo irreales, que generan expectativas poco saludables. Además, vivimos en un mundo globalizado, hiperconectado y lleno de incertidumbre, lo que incrementa la preocupación de los padres por la seguridad de sus hijos. Esto, paradójicamente, dificulta su independencia, pues los riesgos parecen acechar dentro y fuera del hogar.

Criar en este mundo moderno significa navegar entre generaciones con realidades profundamente distintas: abuelos, padres e hijos conviven en un hogar con perspectivas a menudo opuestas. En medio de la brecha tecnológica, tensiones culturales y desafíos globales, el amor sigue siendo el único puente capaz de conectar a las generaciones y guiarlas a través de esta evolución constante.