Claudia Tobar | Nomofia: la grave adicción a las pantallas
Un estudio reveló la conexión indiscutible entre el uso excesivo de pantallas y la depresión, ansiedad y otros problemas
En la era digital, la democratización del acceso a dispositivos móviles es una realidad. Usar un dispositivo móvil inteligente es una herramienta básica de comunicación y entretenimiento, pero lamentablemente también es una fuente de adicción. La dependencia obsesiva al celular, conocida como “nomofobia,” crea la necesidad de llevar este dispositivo contigo a todas partes y provoca ansiedad cuando se te olvida o se descarga. Este comportamiento se ha normalizado en los adultos, quienes incluso justificamos la necesidad de estar conectados por nuestras responsabilidades laborales para estar pendientes de las notificaciones.
Si los adultos, con una corteza prefrontal madura responsable de la autorregulación, la resistencia a tentaciones y la concentración, somos víctimas de esta adicción, imaginen ahora el efecto que tiene este dispositivo en niños y jóvenes que aún no han madurado sus funciones ejecutivas.
Los efectos de la exposición excesiva a celulares en menores impactan negativamente sus patrones de sueño, capacidad de concentración, estilo de vida sedentario, regulación emocional y social, y, como si esto no fuera suficiente, su salud mental.
Un estudio de la Universidad de Yale reveló la conexión indiscutible entre el uso excesivo de pantallas y la depresión, ansiedad y otros problemas mentales en jóvenes expuestos tempranamente a pantallas. El consumo de redes sociales crea falsos estándares de belleza y estilos de vida, causando frustración y estrés. Para las niñas, esta presión afecta incluso sus patrones alimenticios. Estamos viendo un aumento sin precedentes de adolescentes de 12 a 16 años con cuadros depresivos, ansiedad e incluso pensamientos suicidas.
Al igual que otros factores ambientales de riesgo como la contaminación, el abuso sexual, de sustancias, psicológico o físico, debemos proteger a nuestros jóvenes de este peligro. La limitación consciente a la exposición a pantallas no debería ser una sugerencia, sino una necesidad urgente para esta generación que está atrofiando su cerebro debido a la sobreestimulación digital.