Claudia Tobar: Un sueño con sabor a helado
La primera heladería era punto de encuentro para cientos de familias quiteñas
En la parte de atrás de un local comercial en la 6 de Diciembre y Belhorizonte, José Tobar empezó a formular la receta mágica de los helados más deliciosos que Quito habría probado hasta la fecha. Era mayo del año 1982 y la industria heladera en ese momento estaba aún en desarrollo. José trabajaba durante el día en su trabajo habitual y en las noches fabricaba los helados de manera artesanal junto a su esposa María Pía Cordovez, quien lo acompañó toda su vida en este emprendimiento. Su conocimiento de varios años en la industria láctea le dio ventaja, experiencia y conocimiento, así como su maestría en negocios de Wharton.
La primera heladería era punto de encuentro para cientos de familias quiteñas. Estas invitaban un Chocomint, Ron Pasas o uno simple de Chicle a sus hijos después de una buena libreta; para otras era el espacio de reunión un domingo después de misa. Zanzíbar era la heladería donde pasaban los recuerdos de la infancia. Este negocio creció y abrió más locales gracias al apoyo de sus fieles clientes, y llegó a tener 10 locales en Quito y 19 a nivel nacional. Tenía presencia incluso en las islas Galápagos.
Con una trayectoria de crecimiento admirable y una decisión de crecer en paletería que demandó mucha inversión, Zanzíbar se vendió en el año 1999 y sus nuevos dueños descontinuaron sus ventas pocos años después. Hoy, después de 24 años, Zanzíbar vuelve con el creador original acompañado de sus hijos. La nostalgia de los quiteños y sus helados de la infancia ahora vuelven con la misma fórmula de hace 42 años.
Al genio creador de esta y muchas otras marcas es a quien tengo la suerte de llamar papá. Él ha sido una inspiración para mi vida, demostrándome que el trabajo duro, la perseverancia, la pasión y la curiosidad son la receta para el éxito. Como familia, es para nosotros un orgullo ver revivir a una marca que simboliza la genialidad de José Tobar, para seguir regalando sonrisas a todos los que prueban sus helados. Un helado es más que un helado, y un emprendimiento es más que un negocio. Es una historia familiar de éxitos y fracasos, es una historia que sabe muy bien acompañada con un cono.