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Claudia Tobar Cordovez | Día Mundial de la Depresión

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La lucha contra la depresión no es solo de quienes la padecen

El 13 de enero se conmemoró el Día Mundial de la Depresión. Según la OMS, más de 280 millones de personas viven con esta condición y se estima que afecta hasta al 3-5 % de los niños en edad escolar. Es una enfermedad debilitante que no siempre muestra síntomas evidentes. Algunas personas pueden mostrarse tristes o aisladas, pero otras no exhiben señales visibles y luchan en soledad contra esta enfermedad silenciosa. La variedad de síntomas hace que pedir ayuda sea complicado. Además, el estigma asociado a ella dificulta su comprensión; para muchos es difícil aceptar que no es una cuestión de voluntad. Hormonas como la serotonina juegan un papel clave en el desbalance químico que la provoca. Sin embargo, quienes la padecen son a menudo etiquetados como ingratos, negativos o malagradecidos con la vida.

La depresión infantil representa un desafío aún mayor por su sintomatología confusa, lo que dificulta un diagnóstico oportuno. Ocho de cada 10 casos de depresión infantil no son diagnosticados ni tratados adecuadamente, lo que agrava su impacto a largo plazo. En los niños puede manifestarse como comportamientos desafiantes, falta de ánimo para realizar tareas escolares o bajo rendimiento académico. Lamentablemente, padres y profesores, en su intento por mejorar la situación, suelen etiquetarlos como malcriados o que buscan llamar la atención, lo que obstaculiza una intervención adecuada. Lo más alarmante es observar cómo las tasas de depresión en adolescentes han aumentado un 60 % en la última década. Las causas son múltiples y complejas, pero la tendencia nos obliga a reflexionar sobre la importancia de abordar el tema con mayor seriedad. La apertura con que debemos tratar la salud mental en los niños es crucial. La educación emocional es una herramienta poderosa que permite manejar, expresar y comprender las emociones de manera saludable.

La lucha contra la depresión no es solo de quienes la padecen, es una responsabilidad colectiva. Tenemos una deuda con nuestros jóvenes: cuidar de ellos, escuchar sus silencios y actuar a tiempo frente a esta enfermedad que a menudo pasa desapercibida.