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Claudia Tobar Cordovez | ¿Sabes cuál es tu sueño?

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No hay peor sociedad que aquella que no se atreve a soñar y creer que esos sueños son posibles.

En un mundo donde todo parece tener un precio, los sueños siguen siendo ese refugio gratuito que nos impulsa a aspirar a más. Soñar no cuesta nada, y en tiempos donde lo material tiene un valor, los sueños son nuestro bien más valioso, siempre al alcance. Puede sonar romántico, pero la realidad es que los sueños son el motor que da propósito a nuestras vidas. Son los sueños los que nos impulsan a ver más allá de la monotonía diaria. Son ellos los que inspiran a personas como Elon Musk a pensar que es posible ir a Marte o crear robots, los que alimentan a campeones olímpicos, científicos que encuentran la cura para enfermedades, o a emprendedores que fundan empresas millonarias.

Lo curioso es que, a pesar de su fuerza, muchas personas navegan por la vida sin tener un sueño. Claro, tienen buenos deseos como: ‘quiero que mis hijos sean felices, sanos y realizados’. Pero esos no son sueños, porque no puedes poner tus sueños sobre los hombros de alguien más. Especialmente en el caso de los hijos: no podemos darles la responsabilidad de cumplir nuestros sueños. Esos deseos son bondadosos e importantes, pero no son NUESTROS sueños. El nuestro debe depender exclusivamente de nosotros: de nuestra voluntad, disciplina, fuerza y perseverancia. Los sueños son aquellos que, cuando los pensamos, nos provocan mariposas en el estómago y hacen que nos suden las manos de la emoción. Esos sueños hacen que los sacrificios que conllevan valgan la pena.

Algunos sueñan con crear programas sociales que cambien vidas, otros con empezar ese negocio pendiente, viajar por el mundo, tener una casita en la playa, o crear soluciones transformadoras para la sociedad. Todos estos sueños son válidos, reales y alcanzables. Si al leer esto siente que no tiene un sueño claro, es momento de dedicarle tiempo a darle forma. Ese sueño será la gasolina para cuando las semanas se hagan eternas y las decepciones lleguen, iluminando su camino. No hay peor sociedad que aquella que no se atreve a soñar y creer que esos sueños son posibles.