Claudia Tobar Carrión | La inteligencia nace o se hace
Todos tenemos el potencial de inteligencia, esa aceptación debería cambiar la forma en la que diseñamos procesos educativos
Con frecuencia escuchamos en nuestro trabajo, en la escuela o a nuestro alrededor que alguien es muy inteligente. Todos podemos imaginar una persona que pensamos que es muy inteligente, y esa asignación generalmente está asociada a logros. ¿Qué pasaría si le digo que todos somos inteligentes? El concepto de inteligencia ha sido fuente de muchos estudios. El psicólogo francés Alfred Binet desarrolló el primer concepto de una prueba de inteligencia conocida como el coeficiente intelectual (CI) en 1916. La prueba de CI fue un intento de proporcionar una referencia numérica de la capacidad intelectual de una persona, y aún hoy se utiliza para calificar la ‘inteligencia’. Sin embargo, hoy sabemos que la inteligencia es mucho más compleja que simplemente el rendimiento en aritmética y lenguaje. Lo más importante que debemos entender es que la inteligencia no es algo que uno posee o no posee, sino que se desarrolla o está en proceso de desarrollo. Este nuevo concepto reconoce que todos los seres humanos al tener un cerebro tienen el potencial de inteligencia. Factores como la desnutrición crónica infantil o el abuso infantil limitan esta capacidad y provocan un atrofiamiento permanente del cerebro. Sin embargo, un niño que crece en un entorno con buena alimentación y cuidado adecuado tiene todo el potencial de ser y mostrar inteligencia. No se trata solo de aceptar que todos tenemos potencial, sino de entender qué sucede si una persona es muy inteligente pero no lo demuestra. Entonces, ¿no es inteligente? Nuestra necesidad de medir la inteligencia nos lleva a pensar que no es suficiente ser inteligente, sino que debes demostrarlo para obtener el reconocimiento de serlo. Nos sorprendería saber que muchas personas que no destacan por su inteligencia han logrado avances increíbles para la sociedad de manera silenciosa. Sus maestros en la escuela incluso podrían haberlos tildado de mediocres, vagos o tontos.
Todos tenemos el potencial de inteligencia, esa aceptación debería cambiar la forma en la que diseñamos procesos educativos y de selección, y la forma en la que nos referimos de esos admirados inteligentes. El desafío no está en evaluar la inteligencia, sino en cómo fomentar el descubrimiento de la inteligencia para todos.