¿Qué cambia con la muerte de Soleimani?
En el transcurso de esta guerra no declarada, las partes han usado tácticas que van del asesinato selectivo y el ciberataque sanciones económicas..
Ya no vivimos en una era en la que las guerras se declaren oficialmente. El ataque estadounidense que provocó la muerte de Qassem Soleimani, el carismático comandante de la Fuerza Quds iraní, es solo un hito en una guerra que Estados Unidos y sus aliados libran en varios frentes hace varios años con Irán y sus numerosos representantes en la región. En el transcurso de esta guerra no declarada, las partes han usado tácticas que van del asesinato selectivo y el ciberataque sanciones económicas y destrucción de infraestructuras. Irán ha estado creando una media luna de milicias aliadas que se extiende desde Líbano a través de Siria e Irak hasta Yemen. Soleimani era el cerebro de esta estrategia.
La renuencia manifiesta del presidente estadounidense Donald Trump a seguir librando guerras en Medio Oriente minimizó la participación de EE. UU. en intentos de frustrar la gran estrategia regional de Irán, tarea que quedó en manos de Israel, que lleva meses lanzando ataques aéreos contra blancos iraníes en Siria e Irak. En junio de 2019 Irán derribó un dron estadounidense, Trump se negó a responder en especie, pero parece que cambió de postura tras la muerte de un ciudadano estadounidense en un ataque de la milicia ‘Katae Hezbollah’ con respaldo iraní contra una base militar iraquí en Kirkuk, ocurrido en diciembre. EE. UU. presentó el ataque en el que murieron Soleimani y su colaborador, Abu Mahdi al-Muhandis (alto líder de ‘Kataib Hezbollah’) como acción preventiva a futuros ataques iraníes contra blancos estadounidenses. ¿A dónde nos lleva esto? La muerte de Soleimani no cambia nada.
Estado Islámico no se desbandó tras la muerte de su fundador, Abu Bakr al-Baghdad; Hizbulá se volvió más fuerte y amenazante luego de que la CIA y el Mossad asesinaron a Mughniyeh en 2008, y lo mismo Hamas, cuando Israel mató a uno de sus fundadores, Ahmed Yassin, en 2004. Por otro lado, EE. UU. golpeó a Irán donde más le duele. Como encarnación de la estrategia regional del régimen, es probable que Soleimani tuviera una importancia simbólica para la República Islámica solo superada por la del líder supremo Ali Khamenei; no será fácil reemplazarlo. Sin embargo, ni EE. UU. ni Irán están interesados en una guerra total. Irán tiene que tomar represalias, aunque sea para mantener la moral de sus acólitos y aliados, pero tendrá que medir cuidadosamente su reacción para no provocar una escalada descontrolada o el régimen le estará haciendo un favor al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, siempre ansioso de arrastrar a EE. UU. a una guerra en nombre de Israel. La estrategia actual de Irán ante el desafío planteado por Trump es mantener el conflicto a fuego lento hasta la elección presidencial estadounidense de noviembre, con la esperanza de que los demócratas vuelvan a la Casa Blanca y reactiven el pacto nuclear. Y no parece que para Trump un asesinato selectivo sea una desviación respecto de su aversión a los conflictos militares. Le permite alardear de coraje y capacidad de decisión ante su base de simpatizantes. Sabe que matar a una figura destacada tendrá mucho más impacto mediático que un ataque aéreo sobre una base militar donde todas las víctimas serían anónimas (y ni hablar de una operación que ponga en riesgo a las fuerzas estadounidenses).