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‘E pluribus unum’

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"Sí, lo que sucedió fue inédito, pero inédito es también el mérito extraordinario que tiene un país que, en su resiliencia, es capaz de despertar al día siguiente con una noción clara de cómo el imperio de la ley y el orden (respetado por la mayoría) debe responder"

Durante los disturbios en Washington incitados por el presidente Trump -quien reclamaba que la elección en la que perdió le había sido robada-, que terminaron en la invasión y ataque al Capitolio, una amiga me preguntó: “¿y después de esto, qué?”. Y mi respuesta fue inmediata, contundente y sin espacio para la negociación: nada, mañana todo va a estar bien.

Más allá de las odiosas diferencias en el trato a la turba por parte de las autoridades del orden si comparamos el asalto al Capitolio con las manifestaciones de ‘Black Lives Matter’ (5 veces más arrestos entonces que ahora, pese a que 56 oficiales del orden sufrieron lesiones, comparados con 21 durante 10 días de protesta en el segundo caso), hoy mi análisis es otro.

Por el momento, lo que rescato es que EE. UU., incluso en la resaca que dejó el vestigio de esta insurrección, debe entender lo afortunado que es. Aun en un efímero momento de colapso, un sistema de ley y orden (incluso marchitado increíblemente por su presidente durante los últimos años) se sostuvo y prevaleció.

Es fácil decir que la democracia en EE. UU. sufrió un irreparable daño el 6 de enero, pero aquello sería inexacto. Sí, es cierto que un grupo de fanáticos creyeron que la ley era de ellos y solo de ellos, pero resultó que estaban diametralmente equivocados; al final, no fue el grito y el escándalo de una minoría -que en un país verdaderamente libre se sintió tan libre como para hacer lo que quería- el que triunfó, sino la silenciosa mayoría.

La diferencia esencial es que, casi siempre, cuando sucede algo similar en otros países, el sistema sigue derrumbándose al día siguiente... allá no. Incluso ante la incredulidad, al ser testigos de una fugaz postal tercermundista, los valores que hacen grande a esa nación predominaron. Lo que se evidencia incluso con la renuncia de varios colaboradores del gobierno del presidente. Sí, lo que sucedió fue inédito, pero inédito es también el mérito extraordinario que tiene un país que, en su resiliencia y por los fundamentos de orden y respeto que tiene, es capaz de despertar al día siguiente con una noción clara de cómo el imperio de la ley y el orden debe responder. Y ese mérito no puede pasar desapercibido... y debiera servir de ejemplo.

No debe darse por descontada la suerte que tienen los estadounidenses de vivir en un país donde el ataque a la democracia -ya sea derivado de una turba o de un presidente- no puede prosperar a la sombra de sus virtudes y méritos.

Hace algunas semanas, J. Biden, habiéndose enterado poco antes que había ganado las elecciones, se dirigió a la nación, y en parte de su discurso dijo que EE. UU. liderará no solamente con el ejemplo de su poder, sino con el poder de su ejemplo. Y allí se resume todo, después del hiato de Trump.

Es irrefutable que estos último años Trump ha causado un daño profundo a la imagen de EE. UU., pero recordemos a Tocqueville (quien luego de decir que no hay nada más maravilloso que el arte de ser libre, pero que no hay nada más difícil de aprender que la forma de usar esa libertad) dijo que la grandeza de EE. UU. no descansa en ser una nación más iluminada que todas las otras, sino más bien, descansa en su habilidad para reparar sus faltas.

Y es que si no es eso, entonces todo esto sucedió el 37 de diciembre, 2020.