James K. Galbraith | Chamanismo inflacionario
La tasa de inflación ha venido cayendo
Busquen ‘chamanismo’ en Google y van a encontrar que es “una tradición de especialistas religiosos a tiempo parcial que establecen y mantienen relaciones personalistas con seres espirituales específicos mediante el uso de estados de conciencia alterados controlados y guionados culturalmente”. Cada elemento de esa definición se aplica a la política monetaria de hoy, tal como lo ilustra la reacción ante la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos del 18 de septiembre de recortar la tasa de interés de corto plazo en 50 puntos básicos. Los “especialistas religiosos a tiempo parcial” son los economistas que comentan las acciones de la Fed. El “ser espiritual específico” es el presidente de la Fed, Jerome Powell. Y “estados de conciencia alterados controlados y guionados culturalmente” describe la economía de los libros de texto y las declaraciones de personas que escriben libros de texto de economía. Tomemos el caso de Paul Krugman, un “especialista a tiempo parcial” renombrado que realza su gloria por haber recibido un “Premio Nobel” (en verdad, el premio es otorgado “en memoria de Alfred Nobel” y financiado por -sorpresa- un banco central, pero dejemos pasar eso). En un comentario en el New York Times el día de la gran medida de la Fed, declara que, “primero y principal… le hemos ganado la guerra a la inflación. Y lo hicimos sin una recesión o un gran aumento del desempleo”. ¿A quién se refiere, exactamente, la primera persona del plural? Krugman no lo dice, pero su intención, claramente, es incluirse. Sin embargo, el protagonista no es Krugman; es el ser espiritual en la Fed, esencialmente, el gestor a corto plazo de la economía. En 1981, cuando el entonces presidente de la Fed, Paul Volcker, llevó la tasa de interés de corto plazo al 20%, cuatro veces más alta que hoy, el dólar se disparó, la economía se desplomó, los sindicatos y la industria quedaron destruidos y el desempleo alcanzó el 10 % antes de que Volcker cediera. Eso, más una crisis de deuda global y un colapso de los precios de las materias primas, logró que la inflación volviera a bajar. Nada de eso sucedió esta vez. El crecimiento no se desaceleró, las materias primas no colapsaron y el desempleo subió apenas un punto, rondando niveles que se habrían considerado de empleo hiperpleno en los años 1980. ¿Cómo entonces la Fed logró ganarle la guerra a la inflación? La respuesta clara es que la Fed, en verdad, no ganó nada. La conclusión inequívoca -a menos que uno sea un chamán- es que la Fed no gestionó la economía aplacando con maestría a los espíritus y demonios del crecimiento, del empleo y de la inflación. Por el contrario, jugueteó con sus palancas de tasas de interés y -hasta el momento- no pasó nada. Como escribí en mayo de 2022, Powell no hizo más que “agitar su varita” -permitiendo que sus chamanes le reconocieran un mérito por acontecimientos que ya estaban en curso. ¿Las tasas de interés, todavía altas, provocarán una recesión más avanzado este año o el próximo? Es posible. Causar una desaceleración y calmar al mercado laboral fue precisamente el objetivo de la Fed. Las tasas de interés altas son malas para los negocios y las tasas hipotecarias altas son malas para la vivienda. Malos negocios y mala vivienda son malos para los empleos. Una desaceleración puede estar comenzando ahora. Pero no ha llegado muy lejos -todavía. Las causas deben preceder a los efectos. A una causa que no ha sucedido no se le puede endilgar un efecto que ya sucedió. Este es un punto muy simple, pero Krugman y sus muchos colegas chamanes lo pasan por alto. Es de esperar, aunque sea en vano, que el receptor de un gran premio en “ciencias económicas” perciba el problema.