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James K. Galbraith: Musk no dice todo sobre el plan económico de Trump

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El gobierno estadounidense debe replantear la seguridad nacional desde cero y reconocer la llegada de un mundo multipolar

No se puede sino admirar a Elon Musk por el nihilismo sincero de su creencia en que aranceles, deportaciones y recortes del gasto (que se ha ofrecido a supervisar) propuestos por Donald Trump hundirán los mercados financieros y causarán una “grave sobrerreacción inicial en la economía”. De hecho, así será. Musk imagina que es posible ahorrar billones de dólares eliminando el despilfarro del Estado. Aunque aún es parco en detalles, promete que “no habrá excepciones”. Sin embargo, en las décadas que han pasado desde la asunción de Ronald Reagan a la presidencia, al gobierno federal de Estados Unidos lo han vaciado, y solo quedan dos lugares donde uno puede hallar un gran despilfarro. Uno es el Pentágono. El otro, el pago de intereses sobre la deuda pública y las reservas bancarias. En lo militar y pago de intereses, hace mucho que se necesita una reducción de gasto. Su red militar de la Guerra Fría ha quedado obsoleta frente a los misiles de alta precisión y los drones. El gobierno estadounidense debe replantear la seguridad nacional desde cero y reconocer la llegada de un mundo multipolar, donde la mutualización de la seguridad es mejor que su total ausencia. En cuanto al pago de intereses, para reducirlos, redúzcanse los tipos de interés. Solo entonces, usando los recursos liberados por reformas estratégicas, podrá EE.UU. financiar las inversiones que se necesitan en las nuevas industrias, la mitigación del cambio climático, las ciudades, el transporte y el medioambiente. La tragedia de la Ley de Reducción de la Inflación y de la Ley sobre CHIPS y Ciencia del gobierno de Joe Biden es que la Reserva Federal de Estados Unidos les ha restado efectividad. El apoyo de Musk al cobro de aranceles altos puede deberse en parte a que seguirán protegiendo a Tesla de la competencia de los fabricantes chinos de vehículos eléctricos. El efecto probable será crear un mercado interno protegido para productos de segunda categoría. Y a los chinos tal vez no los afectará mucho, ya que pueden vender sus bienes al resto del mundo. En cuanto a las deportaciones, no puede ignorar que el estado de Texas depende del trabajo de millones de inmigrantes (documentados o no). Y la idea de una redada indiscriminada es tan bárbara como impracticable. Es comprensible que alguna gente hoy pueda sentirse atraída por la letanía de purificación de Musk: destruirlo todo y reconstruir desde cero. Los estadounidenses saben que algo tiene que cambiar. Y es posible que se avecine una gran ruptura. Pero no hay indicios de que Musk y Trump vayan a ejecutar las reformas militares, diplomáticas y financieras que se necesitan para impulsar al país hacia una renovación. En cambio, podría ocurrir que no cumplan las promesas de campaña y recurran a la antigua táctica reaccionaria de hacer recortes en la seguridad social, Medicare y Medicaid, y en otros baluartes que quedan del New Deal y de la política Great Society. Esos recortes colapsarán la economía (y mucho más). Pero liberarán pocos recursos y la recuperación será esquiva. Los impulsores de esa política crearán un desierto y dirán que son los residuos del “despilfarro”. En cuanto a Musk, vale la pena repetir lo que escribió Mark Twain sobre Cecil Rhodes, el imperialista por excelencia: “Confieso francamente que lo admiro; y cuando le llegue la hora, compraré un pedazo de la soga como recuerdo”.