Jason Stanley: El fin de la democracia norteamericana era demasiado predecible
Profundas disparidades sociales y económicas crean condiciones para que demagogos aprovechen los resentimientos de la gente
Como les ha sucedido a otros, mi teléfono no ha dejado de recibir mensajes de texto preguntándome cómo pudo haber sucedido esto (como algunos saben, yo estaba plenamente convencido de que Donald Trump ganaría esta elección sin dificultad). Durante 2.300 años, por lo menos desde la República de Platón, los filósofos han sabido cómo los demagogos y aspirantes a tiranos ganan elecciones democráticas. El proceso es sencillo y hemos visto cómo se desarrolla. En una democracia cualquiera es libre de presentarse a un cargo, incluso personas absolutamente incapaces de dirigir o presidir instituciones de gobierno. Un signo revelador de la falta de idoneidad es la voluntad de mentir con desenfreno, representándose a uno mismo como defensor contra los enemigos percibidos por el pueblo, externos e internos. Platón consideraba que la gente común se deja controlar fácilmente por sus emociones y es susceptible de este tipo de mensajes, argumento que constituye el verdadero fundamento de la filosofía política democrática. Los filósofos siempre han sabido que este tipo de política no necesariamente está destinada a triunfar. Jean-Jacques Rousseau sostenía que la democracia es más vulnerable cuando la desigualdad en una sociedad se ha vuelto arraigada y demasiado evidente. Las profundas disparidades sociales y económicas crean condiciones para que demagogos se aprovechen de los resentimientos de la gente y para que la democracia termine cayendo de la forma que describía Platón. Rousseau llegó a la conclusión de que la democracia requiere una igualdad generalizada, solo entonces no resultará tan fácil explotar los resentimientos de la gente. He intentado describir por qué y cómo quienes se sienten menospreciadas (material o socialmente) llegan a aceptar patologías -racismo, homofobia, misoginia, nacionalismo étnico y fanatismo religioso- que en condiciones de mayor igualdad rechazarían. De esas condiciones materiales para una democracia sana y estable carece hoy EE.UU. Su enorme desigualdad de riqueza no puede más que socavar la cohesión social y alimentar el resentimiento. Teniendo en cuenta que 2.300 años de filosofía política democrática sugieren que la democracia no es sostenible en tales condiciones, a nadie debería sorprenderle el resultado de las elecciones de 2024. Existía un acuerdo tácito entre los políticos para no involucrarse en una política extraordinariamente divisiva y violenta, aunque sí apelan sutilmente al racismo y la homofobia para ganar elecciones; es una estrategia exitosa. Pero el acuerdo tácito de no llevar a cabo esa política de manera explícita lo hizo a través de mensajes ocultos, discursos en código y estereotipos (hablar de “vagancia y delincuencia en barrios marginales”). Trump etiquetó a los inmigrantes de alimañas y a sus oponentes políticos de “los enemigos adentro”. Esta política explícita de “nosotros contra ellos” puede ser sumamente efectiva. Y según Platón, el tipo de persona que hace campaña de esta manera gobernará como un tirano. Por todo lo que Trump ha dicho y hecho en esta campaña y en su primer mandato, podemos esperar que Platón sea reivindicado otra vez. El dominio de todas las ramas del gobierno por parte del Partido Republicano convertirá a EE.UU. en estado unipartidista. El futuro puede ofrecer oportunidades ocasionales para que otros compitan por el poder, pero las elecciones que se avecinen lo más probable es que no califiquen como libres y justas.