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Joschka Fischer | Esta vez es diferente en Oriente Medio

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Este conflicto tiene una dimensión mucho mayor, porque en tanto exista Israel, Irán no puede alcanzar su objetivo

El conflicto entre árabes y judíos por la tierra entre el Valle del Jordán y el Mar Mediterráneo -centrado en torno a la ciudad sagrada de Jerusalén, hoy capital del Estado de Israel- ha durado más de 100 años. Pero ahora el conflicto está cambiando -y no para mejor. Comenzó bajo el régimen de los sultanes otomanos y siguió después de la I Guerra Mundial, cuando un mandato de la Sociedad de Naciones ofreció un disfraz poco consistente para un régimen colonial de dos vencedores europeos, Gran Bretaña y Francia. Luego vino la II Guerra Mundial, con la caída del régimen nazi en Alemania. En 1947, una mayoría de dos tercios en las flamantes Naciones Unidas acordó un plan de partición para el territorio bajo mandato de Palestina. Y en 1948, con la expiración del mandato, se fundó el Estado de Israel. Eso condujo a la primera guerra de Oriente Medio entre Israel y sus vecinos árabes, que fueron derrotados en el lapso de un año, lo que resultó en un desplazamiento masivo de muchos árabes de la tierra en conflicto (episodio conocido como la Nakba, que significa ‘catástrofe’). Pero en las próximas décadas se sucederían más guerras, lo que se tradujo en más desplazamientos y expulsiones. A lo largo de esta lucha de 100 años, el mundo ha atravesado cambios geopolíticos vastos y profundos, sin embargo, el conflicto palestino-israelí ha seguido siendo, predominantemente, un asunto regional o local entre dos poblaciones pequeñas; este conflicto nunca ha provocado una conflagración global o un choque de grandes potencias que culmine en una guerra mundial. Pero ahora esa realidad geopolítica puede estar desmoronándose. Ha pasado casi un año desde que Hamás atacó la zona fronteriza de Israel con Gaza, masacrando a civiles y tomando cientos de rehenes. La posterior guerra en Gaza ha cobrado una cantidad espeluznante de civiles palestinos, entre quienes militantes de Hamás se esconden y almacenan arsenales; pero desde su inicio ha sido algo más que otro capítulo sangriento en el conflicto palestino-israelí de 100 años. El contexto innegable más allá de este conflicto es la lucha por una hegemonía regional entre Irán y su Eje de la Resistencia, y quienes se oponen a él. En tanto exista Israel -una de las potencias militares más fuertes de Oriente Medio-, Irán no puede alcanzar su objetivo de hegemonía regional; entonces, Israel es principalmente un medio hacia ese fin. El estado judío le ofrece una ventaja crucial por sobre su principal rival árabe, Arabia Saudita, al darle una razón de ser a Hamás, Hizbulá y otros participantes en el Eje de la Resistencia. Un Irán con armas nucleares es capaz de alterar el equilibrio de poder en Oriente Medio y probablemente a nivel global. Ahora que se ha invocado el espectro de una guerra regional de relevancia en Oriente Medio, es poco probable que alguien pueda contenerla. En un mundo que cambia drásticamente y es cada vez más inestable, el conflicto de 100 años de Oriente Medio se ha convertido en algo nuevo. Todas las grandes potencias están involucradas -Irán es un socio estrecho de Rusia y China- y la condición de la región como un importante exportador de energía implica que cualquier escalada mayor provocará serias alteraciones económicas a nivel global. No hay soluciones viables a la vista. Al arriesgarse a una guerra más amplia con Israel y Estados Unidos en su búsqueda de una hegemonía regional y de armas nucleares, el régimen iraní bien podría provocar su propio fin. Mientras tanto, Israel seguirá aislándose internacionalmente con su campaña militar brutal en Gaza. Ambas partes han renunciado a la razón y eso debería preocuparnos a todos.