José Salazar-Xirinachs: LATAM debe tener una visión a largo plazo de los aranceles

Los países sudamericanos exportan en conjunto menos del 18% de sus productos a Estados Unidos, salvo Ecuador y Colombia
El 2 de abril, Estados Unidos anunció aranceles “recíprocos” (del 10 % adicional hasta 50 %) sobre bienes importados. El bombardeo arancelario del presidente Donald Trump, que no dejó indemne a ningún país, fue la mayor sacudida del sistema de comercio global en por lo menos un siglo, desafiando pilares clave del multilateralismo y del orden internacional basado en reglas. Una semana después, la administración estadounidense intensificó su guerra comercial con China, aumentando los aranceles sobre las importaciones chinas a más del 100 %, pero suspendió las medidas para todos los demás países por 90 días, aplicando un arancel fijo de 10 % para este período. Estas medidas no tienen que ver exclusivamente con un reequilibrio del comercio; forman parte de un cambio geopolítico más amplio y de la fragmentación de la economía mundial. La embestida arancelaria de EE.UU. no es tanto un capricho pasajero como un intento de reconfigurar las fuerzas económicas y políticas globales. Aunque los escenarios más disruptivos parecen haberse evitado por ahora, la situación sigue siendo incierta y excepcionalmente fluida. Ante esta situación, América Latina y el Caribe (ALC) debería responder adoptando una estrategia doble que distinga entre estabilización a corto plazo y transformación a largo plazo. Sus gobiernos deben articular una respuesta sensata y coherente a las amenazas arancelarias de Estados Unidos, evitando medidas reactivas que puedan agravar la incertidumbre. Mantener la estabilidad macroeconómica, comunicarse claramente con los mercados y fortalecer la credibilidad institucional son esenciales para garantizar la confianza. A medio y largo plazo deben llevar a cabo un cambio estructural -con fortalecimiento de la capacidad de crecimiento, aumento de productividad, reducción de desigualdad y refuerzo de instituciones- para escapar de las trampas del desarrollo. Los aranceles de Trump, de implementarse, podrían generar oportunidades para un redireccionamiento del comercio hacia ALC, que recibió un trato relativamente leve. Pero esta ventaja relativa no se materializará -al menos por ahora-. El arancel general de 10% impuesto durante 90 días ha nivelado el campo de juego (excepto para China). La volatilidad actual crea un incentivo para diversificar asociaciones comerciales. ALC debería hacer realidad la retórica de solidaridad de sus líderes profundizando la integración económica, concentrándose en compartir tecnología, facilitar el comercio, armonizar regulaciones, desarrollar cadenas de valor regionales y crear corredores logísticos. Debería adoptar políticas de desarrollo que aumenten la tasa de innovación y crecimiento económico, y una ‘gobernanza anticipatoria’ con estrategias a largo plazo que trasciendan ciclos políticos, planificación del desarrollo en múltiples escenarios, diseño participativo de políticas y agilidad institucional. No podemos esperar que se aclare pronto el alcance o duración del nuevo régimen arancelario estadounidense. Sus repercusiones económicas y geopolíticas más amplias son igualmente opacas. En un entorno tan volátil, la prudencia a corto plazo debe ir acompañada de ambición a largo plazo. ALC deben mitigar los riesgos inmediatos e, implementar medidas con visión de futuro que refuercen su compromiso con el cambio. Puede aprovechar este período de incertidumbre para reposicionarse en el orden mundial emergente y acelerar su desarrollo.