Nina L. Khrushcheva: ¿Le espera a Ucrania una guerra salvaje de partición?
El presidente ruso, Vladimir Putin, no ha ocultado su visión de que Ucrania no es solo un “país vecino”
A diferencia de su primer mandato en la Casa Blanca, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, parece decidido a cumplir muchas de sus promesas electorales. Los nombramientos de su gabinete -desde Tulsi Gabbard, afín al Kremlin, como directora de Inteligencia Nacional, hasta el escéptico de las vacunas y amante de las conspiraciones Robert F. Kennedy, Jr., como secretario de Salud y Servicios Humanos- confirman su compromiso con una campaña de tierra quemada contra las instituciones estadounidenses y los percibidos ‘enemigos internos’. Y su discurso de victoria sugiere que se toma en serio lo de “poner fin a las guerras”, empezando por la de Ucrania. Se ha especulado mucho sobre el acuerdo que Trump tiene en mente, y todos los escenarios tienen algo en común: el desmembramiento de Ucrania. Si este tiene que ser el costo de la paz, vale la pena considerar la historia sombría de las particiones territoriales. Las tres particiones de Polonia que tuvieron lugar a fines del siglo XVIII son, quizás, el paralelismo más cercano de Europa a la visión de Trump sobre Ucrania. A partir de 1772, la monarquía austríaca de los Habsburgo, el Reino de Prusia y el Imperio Ruso se apoderaron de territorio y lo anexaron, dividiéndose entre ellos las tierras polacas y borrando lo que había sido el estado más grande de Europa por masa terrestre. Ante semejante sometimiento, la resistencia violenta es casi inevitable. Del mismo modo, la decisión británica de dividir Irlanda, manteniendo la provincia septentrional del Ulster como parte del Reino Unido, incitó a una guerra civil. Sin embargo, quizá las particiones más brutales se produjeron en Asia en el siglo XX. Y en términos de vidas perdidas directamente por una partición, nada puede compararse a la división del subcontinente indio en 1947, tras la retirada de los británicos. La partición de Vietnam en 1954 resultó igualmente sangrienta, Y luego está la partición de Palestina en 1947-48 en un estado judío independiente y un estado árabe independiente. Entonces, ¿qué podría representar una partición de Ucrania? En la lucha por su integridad territorial desde febrero de 2022, los ucranianos han demostrado valor y dinamismo, cualidades que, sin duda, pondrán en práctica para reconstruir su país. Pero dada la magnitud de las pérdidas humanas y económicas que han sufrido, será difícil que se sometan en silencio a la idea de la partición. En cualquier negociación de paz posible en el futuro, los ucranianos saben que la mejor oportunidad para evitar una mayor interferencia rusa es a través de férreas garantías internacionales de seguridad -si no la adhesión inmediata a la OTAN-. Trump parece detestar los actuales compromisos de seguridad de EE.UU., pero que este país no ofrezca tales garantías también puede resultar perjudicial para Rusia. Putin subió al poder tras una guerra devastadora y una insurgencia prolongada en la república rusa de Chechenia, que incluyó atentados terroristas de los separatistas chechenos en Moscú y otras ciudades rusas. Ya en 2022, los ucranianos prometieron una guerra de guerrillas contra Rusia. Sin otras opciones, ese riesgo no hará sino aumentar. Trump debería tratar de persuadir al Kremlin de la necesidad de negociaciones justas; de lo contrario, el terrorismo posterior a la partición puede llegar a Rusia, posiblemente a una escala mayor de la que los chechenos alguna vez imaginaron.