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Poner las finanzas del lado del clima

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...los crecientes niveles de los océanos y los eventos climáticos extremos cada vez más comunes, desde incendios forestales hasta huracanes, podrían obligar a una repentina revalorización de enormes franjas de tierra’.

El mundo finalmente ha despertado al imperativo existencial de garantizar una rápida transición a una economía verde. Las finanzas jugarán un papel fundamental en el proceso. Pero si bien las instituciones financieras han dado muestras de querer contribuir -emitiendo bonos verdes e instalando lamparillas ecológicas-, son demasiados los que siguen otorgando capital a la industria de combustibles fósiles y respaldando a otras partes de la economía incompatibles con una transición verde. Este financiamiento alimenta activamente la crisis climática. Muchas de estas inversiones son de larga vida. Estos proyectos casi con certeza se convertirán en “activos bloqueados”: tenencias que han perdido su valor y su utilidad en un contexto de lucha para salvar el planeta. Las pérdidas plantean un riesgo para el inversor y, potencialmente, para el sistema económico y para el planeta. La mayoría de los dueños de activos bloqueados intentarán, egoístamente, explotar sus tenencias pase lo que pase; el financiamiento de estas inversiones crea una dinámica política adversa. Existen lobbies poderosos decididos a combatir la transición verde. Los reguladores necesitan exigir la divulgación total del riesgo climático que incluya peligros físicos y riegos financieros directos e indirectos. Aún si no hay unanimidad respecto de la magnitud de los riesgos o del ritmo del cambio inminente, la prudencia exige que se sepa lo que podría suceder en los posibles escenarios analizados ampliamente en las evaluaciones del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y en otras partes. Un régimen de políticas capaz de alcanzar una neutralidad de carbono en 2050 (combinando precios del carbono y regulaciones) casi con certeza tendrá impacto significativo en los precios de los activos. Si la economía avanza con demasiada lentitud en una dirección verde, aumenta el “riesgo de la transición”. En lugar de ser tranquila y eficiente hacia una neutralidad de carbono, con ajustes graduales en precios de los activos, podría terminar en una más caótica, en la que los precios saltarían en momentos críticos cuando los mercados internalicen plenamente la realidad del cambio. Para mitigar este riesgo, debe dejar de financiarse inversiones que afecten nuestro medio ambiente y proporcionar fondos para las inversiones necesarias para hacernos avanzar en la dirección correcta. Los gobiernos podrían emitir “garantías” para que, si el precio del carbono termina siendo más bajo de lo esperado el inversor sea compensado. Esto funcionaría como una suerte de póliza de seguro, obligando a los gobiernos del mundo a respetar sus compromisos según el acuerdo climático de París. Estas y otras políticas similares favorecerán la transición verde. Pero incluso con este estímulo es poco probable que el sector financiero privado haga lo suficiente. Muchas de las inversiones críticas que necesitamos son de larga vida y los mercados financieros privados se centran en el corto plazo. Para cubrir la brecha se han creado bancos de desarrollo verde y se han ampliado los mandatos de los bancos de desarrollo existentes para incluir el desarrollo verde, los cuales aportan en la provisión de financiamiento y ayuda con el diseño y estructuración de los propios proyectos verdes. La crisis climática exige enormes cambios económicos y sociales. No tenemos opción: hay que cambiar la manera en que consumimos, producimos e invertimos. El desafío es manejable. Pero si queremos manejarlo bien, las finanzas deben hacer su parte. Y eso demandará más que un poco de estímulo de la sociedad civil y de los gobiernos.