Shlomo Ben-Ami: Europa enfrenta los fantasmas de la historia

Trump quiere la gallina y los huevos: negociar un acuerdo de paz
Cuando en febrero de 2022 el presidente ruso Putin lanzó su invasión a Ucrania, sabía que alteraba el orden de seguridad de Europa. Pero fue más un gambito táctico que una estrategia calculada y no pudo prever lo que sucedería. Aunque el regreso de Trump a la Casa Blanca ha encontrado mal preparada a Europa, aún puede impedirle la victoria a Putin, que por ahora parece correr con ventaja. La relación transatlántica se fisura mientras el gobierno aislacionista de Trump critica a sus aliados europeos y siembra dudas sobre su compromiso con la OTAN. Peor aún, parece que Trump está poniendo a EE.UU. del lado ruso en la guerra con Ucrania. Aunque amenazó con imponer nuevas sanciones y aranceles a Rusia en tanto no se llegue al alto el fuego y a un acuerdo de paz, ha culpado por los combates al presidente ucraniano Zelenski y suspendido la ayuda militar y provisión de inteligencia a Ucrania (aunque parece que va a reanudarlas). Pero Europa aún tiene chance de cambiar las cosas. Ya está abandonando la mentalidad de fin de la historia de la posguerra fría, según la cual el derecho internacional reinaba supremo, los ejércitos europeos estaban para mantener la paz (no para librar guerras) y se podía contar con que EE.UU. protegiera la seguridad de Europa. Tal vez los primeros en darse cuenta de que la historia ha vuelto fueron Finlandia y Suecia, y su ingreso a la OTAN (2023 y 2022) apuntaló el flanco septentrional de la Alianza. Hoy parece que la UE también está asumiendo su nueva situación en materia de seguridad, con el anuncio de un plan de rearme por $ 840.000 millones. Incluso Alemania se dispone a rearmarse: el canciller Friedrich Merz y sus probables socios de coalición han acordado crear un fondo para infraestructura por 500.000 millones de euros y flexibilizar normas fiscales para permitir mayor inversión en defensa; y parece dispuesto a aceptar un papel de liderazgo real en Europa, algo a lo que Alemania siempre ha puesto reparos (sobre todo en seguridad), pese a ser la mayor economía de la UE. Pero la combinación de revanchismo ruso y aislacionismo de EE.UU. vuelve insostenible la postura. Cualquier intento de mantener la seguridad de Europa empieza por Ucrania. Para evitar que se repita el Acuerdo de Múnich (1938), en que Francia y Gran Bretaña obligaron a Checoslovaquia a ceder territorio a Hitler y sentaron las bases para la II Guerra Mundial, Europa debe actuar con rapidez para mejorar la posición de Ucrania en el campo de batalla y con ella, en la mesa de negociaciones. Sustituir la ayuda financiera de EE.UU. perdida no será tan difícil como Trump quiere hacer creer: hasta ahora, Europa ha dado mucho más apoyo en dólares a Ucrania que EE.UU. Pero cubrir el faltante de armamento será más difícil y acaso imposible en lo inmediato, que es lo más importante. Una vez alcanzado un acuerdo de paz, Europa tendrá que ser su garante y eso implica proveer poder de disuasión eficaz contra la agresión rusa. En esto es esencial un paraguas nuclear creíble. Por eso Merz ha sugerido que el lugar de las armas nucleares de EE.UU. desplegadas en Europa lo ocupen alternativas francesas y británicas. Y se habla de la nuclearización de Alemania. Cuando en 1999 la OTAN intervino en la guerra de Kosovo, el entonces canciller alemán Schroeder sentenció que enviar tropas terrestres a luchar en un país que había estado ocupado por la Wehrmacht de Hitler era impensable. Hoy, como parece comprender Merz, lo impensable es necesario. Solo en la medida en que deje a un lado sus inhibiciones morales y políticas, podrá Alemania (y Europa) seguir desempeñando su papel más importante: el de fuerza mundial para la paz y defensora de los principios democráticos.