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Las amenazas para la recuperación

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Los bancos centrales en todo el mundo hicieron lo que era necesario para calmar a los mercados financieros cuando la pandemia azotó en la primavera de 2020. Desde entonces han mantenido una postura sumamente favorable, con tasas de política reales históricamente bajas y en algunos casos negativas.

En 2020 los gobiernos y bancos centrales de los países ricos ofrecieron estímulos fiscales y monetarios sin precedentes para ayudar a mitigar el impacto económico de la pandemia de COVID-19. Volver a una normalidad económica en 2021 y 2022, exigirá que las economías avanzadas empiecen a desacostumbrarse del respaldo oficial sin demasiada demora, y así evitar nuevas y peligrosas complicaciones. Las acciones se han disparado, alimentadas por enormes flujos de liquidez y dinero fácil, y la avidez de altos rendimientos de los inversores. Los mercados entienden implícitamente que los bancos centrales hoy respaldan la mayoría de activos, elevando la tolerancia al riesgo. Esto ayuda a explicar la reciente escalada, el repliegue inestable y el subsiguiente rebote del Bitcoin, y el alza generada por redes sociales que presionó a los fondos de cobertura que habían estado vendiendo en corto al minorista GameStop. Y el frenesí por compañías de adquisición con propósito especial, que recaudan capital a través de una oferta pública inicial y luego buscan empresas privadas para comprar, sigue constante. Pero es poco probable que el actual boom de acciones y la búsqueda de rendimientos pueda sostenerse si los responsables de las políticas retiran el estímulo monetario y fiscal. La resultante corrección del mercado puede ser dura, dolorosa y muchos inversores pagarán un precio alto. Un segundo riesgo tiene que ver con el dolor corporativo. El alcance del respaldo estatal ha mantenido las tasas de cierres y quiebras de empresas por debajo de lo normal en la mayoría de las economías avanzadas. Pero en tanto gobiernos y bancos centrales retiren el respaldo, como deben hacerlo, el proceso de destrucción creativa se reanudará entre las pymes e incluso entre firmas más grandes. Muchas empresas en dificultades que hoy se mantienen a flote gracias a la generosidad de los gobiernos no serán solventes y sostenibles en la economía pospandemia. Un tercer peligro es que otras fuentes de infección generen un nuevo contagio económico. Existen infinidad de otras amenazas para la estabilidad económica, desde ciberataques y fallas de inteligencia artificial hasta tensiones en el mercado de bonos e incumplimientos de pago de deuda soberana. En tanto las economías se recuperan de la pandemia, los banqueros centrales y reguladores no pueden permitirse descartar nuevos riesgos emergentes en los mercados financieros y tecnologías no supervisados, o relajar su vigilancia en los sectores supervisados. Existe el peligro de la recaída. Si no inoculamos plenamente a poblaciones fuera de las economías avanzadas centrales contra el coronavirus, corremos el riesgo de permitir que grupos sin vacunar incuben nuevas cepas, lo que se traducirá en nuevas apariciones de COVID-19. Vacunar al mundo para evitar este escenario costaría unos $ 38.000 millones, precio desdeñable por impulsar una recuperación económica global robusta. Los países ricos deben poner a disposición los fondos necesarios y dejar de acaparar vacunas. Los responsables de las políticas en las economías avanzadas deben ser conscientes de los efectos colaterales de sus medidas monetarias y fiscales agresivas. Su tarea será aún más difícil si los gobiernos del G20, liderados por EE. UU,. no comprometen los recursos modestos necesarios para inocular al mundo contra COVID-19.