Arte de gobernar económico para la transición verde
Francia lleva tiempo defendiendo iniciativas para el refuerzo de sectores estratégicos, en particular los vinculados con las transiciones digitaL..
La Unión Europea enfrenta dos grandes desafíos: lograr la transición verde y ejercer liderazgo económico. Ambos son de naturaleza existencial. Así como la transición verde es vital para proteger el planeta del que depende nuestra supervivencia, el liderazgo económico es esencial para preservar el modelo democrático, respetuoso del medioambiente y basado en el mercado que sostiene nuestro modo de vida. Hay una forma de estar a la altura de ambos desafíos: el uso geopolítico de la economía o “arte de gobernar económico”. Pero para ponerlo en práctica se requiere un cambio radical de mentalidad. Acostumbrados a ser superpotencia económica, aún estamos aprendiendo a ejercer poder político. La UE siempre rehuyó pensar en términos de arte de gobernar económico. Su desarrollo lo impulsó el comercio internacional y dependió de un orden económico internacional basado en reglas, cambiante pero predecible. Mas el mundo ya no es el mismo. Una serie de perturbaciones ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades que pueden surgir de la interdependencia. Esto llevó a la UE a un despertar geopolítico, a reconocer que una mayor soberanía es requisito para obtener seguridad en defensa, en economía y con la visión que tiene del mundo. Aquí entra en juego el arte de gobernar económico. Tenemos que diseñar políticas económicas que refuercen su posición de potencia soberana capaz de garantizar la sostenibilidad de su modelo económico, social y ambiental, y de proyectar sus valores más allá de sus fronteras. Para eso debe apoyarse en cuatro pilares: primero, una estrategia industrial europea; políticas para reducir emisión neta de gases de efecto invernadero; reformar su mercado de electricidad para lograr generación más flexible y con baja emisión de carbono, y estrechando interconexiones internas para asegurar suministro de energía europeo y reducir la dependencia de la importación; iniciativas que ayuden a mantener el liderazgo en tecnologías verdes. Segundo, fortalecer su mercado interno y las relaciones comerciales con el resto del mundo: nuevas herramientas para proteger a sus empresas y garantizar la reciprocidad en la relación con sus socios. Tercero, la proyección de sus principios y ambiciones más allá de Europa. Al negociar acuerdos comerciales, procurar compatibilizar tres criterios: sostenibilidad ambiental, intereses estratégicos europeos y un equilibrio de concesiones justo. Por último, el uso de instrumentos ‘ofensivos’ para la disuasión de acciones maliciosas de terceros países. Esto incluye sanciones económicas y financieras, pero también que la política comercial en un sentido más general esté alineada con los objetivos de política exterior. La UE lleva algún tiempo aplicando controles a las exportaciones de bienes de doble uso, y seguirá haciéndolo y coordinando sus esfuerzos en el nivel multilateral. Pero se necesita más. En un contexto de crecientes tensiones sinoestadounidenses, la UE debe elegir entre buscar el desacople tecnológico total o fortalecer los controles a exportaciones. Francia pide que haya un debate paneuropeo respecto de las tecnologías que la UE no está dispuesta a exportar. Europa no está tratando de convertirse en potencia geoeconómica en oposición a algún otro país; el objetivo es conservar el control de nuestra trayectoria política, económica, ambiental y social. Sin dejar de hacernos a la idea de que necesitamos ejercer más poder, no renunciaremos a la apertura, elemento central del proyecto europeo. Esto llevará a que nuestra influencia internacional crezca, y tendremos a un mismo tiempo capacidad para jugar el complejo juego de la geopolítica actual y para liderar al mundo en lo referido a la acción climática.