Barak Barfi: ¿Qué pasará después de la guerra con Hamás?
Es indudable que los 40 años de carrera política de Benjamín Netanyahu se enfrentan a un desenlace vergonzoso
La operación multimodal que lanzó Hamás contra Israel un día después del aniversario de la guerra de Yom Kipur (1973) tiene inquietantes semejanzas con aquel conflicto. Audaces e inesperados, ambos ataques tomaron a Israel por sorpresa y dieron un golpe mortal a la idea israelí de invencibilidad. Queda por ver si, como en 1973, el ataque de Hamás provocará un terremoto en la política israelí y en la relación del país con los palestinos. En 1973, Egipto y Siria sorprendieron a Israel y penetraron en lo profundo de su territorio. La comisión Agranat, a la que más tarde se le encargó investigar la guerra, acuñó el término conceptziyya para referirse a la soberbia de los servicios de inteligencia, que sostenía que Egipto no iba a atacar mientras no contara con poder aéreo suficiente para golpear objetivos muy dentro del territorio de Israel y neutralizar su fuerza aérea. Hoy se han aferrado al ‘concepto’ de que el abrumador poder israelí bastaba para disuadir a Hamás de iniciar una nueva guerra. Ya es indudable que Israel no puede permitir que en su frontera siga habiendo una entidad que pide una y otra vez su destrucción y secuestra a sus civiles. Aunque la retórica intransigente del primer ministro Benjamín Netanyahu le ganó simpatizantes dentro y fuera de Israel, siempre estuvo alejada de la realidad; y la operación de Hamás durante su turno de guardia lo ha convertido ipso facto en un tigre de papel. La defenestración de Netanyahu llevará su tiempo; la de sus subordinados se producirá en cuestión de semanas cuando amaine la violencia. La comisión Agranat sólo recomendó destituir a unos pocos oficiales, casi todos del sector de inteligencia. Pero en esta guerra, el examen de responsabilidades va a penetrar más profundo en el ejército y se extenderá hasta los escalones superiores del servicio de seguridad interna. Es posible que a Hamás le aguarde una rendición de cuentas similar. El aparato israelí de inteligencia suele hablar de destruir “la infraestructura terrorista”. El ataque le dará una oportunidad para hacerlo. Una invasión terrestre israelí a gran escala es segura, y probable una ocupación a largo plazo. La dirigencia de Hamás se trasladará a búnkeres subterráneos, pero es dudoso que consiga un refugio seguro. En 1996, el movimiento revolucionario peruano Túpac Amaru tomó cientos de rehenes en la residencia del embajador japonés en Lima. Después, una operación militar liberó a los rehenes y dio a la organización un golpe mortal del que nunca se recuperó. La comunidad internacional dará a Israel amplio margen para hacerle lo mismo a Hamás. Las protestas usuales por las bajas civiles se acallarán, como durante la guerra de Israel contra Hizbulá en 2006. Pero los gobiernos occidentales tienen a su disposición una herramienta más eficaz: presionar a Catar y Turquía para que expulsen a los funcionarios de Hamás, cierren sus oficinas y le impidan recaudar fondos. ¿El ataque cerrará un capítulo en la historia de Israel? El resultado de la guerra de 1973 fue el final de 29 años de gobiernos laboristas. Hoy las trompetas de Israel claman venganza. Cuando se callen llegará la introspección; cuestionarán el concepto de que pueden disfrutar los beneficios de un estado-nación occidental y a la vez acostumbrarse al sufrimiento que sus vecinos buscan infligirles. Pero es improbable que la izquierda israelí renazca o se renueve el proceso de paz. Desde el rechazo palestino de 2000 al plan de paz israelí, la izquierda está sumida en la apatía. El laborismo se ha hundido de las cimas del poder a ser una de las facciones más pequeñas en la Knéset israelí. En 1973, la revelación de que Israel no era inexpugnable lo puso en una senda de paz con Egipto. La mayor tragedia de esta guerra será la incapacidad de hacer lo mismo con los palestinos.