CATG (U), pero no los Gremlins
"Antes del 2020, solo una docena de vacunas ARNm llegaron a ensayos clínicos en humanos; ninguna fue aprobada. Y luego llegó la pandemia"
Las vacunas convencionales, todas las que hemos conocido a través de la historia, por lo general contienen organismos inactivos de la enfermedad que se quiere evitar, o proteínas elaboradas por el patógeno (antígenos), que funcionan imitado al agente infeccioso, por lo que estimulan la respuesta del sistema inmunológico, para que esté listo a responder rápida y eficazmente si es expuesto a la enfermedad en el futuro.
Las farmacéuticas Pfizer y Moderna, que aparentemente han tenido buenos resultados en los ensayos clínicos de la vacuna que están desarrollando contra la COVID, se han apartado completamente del camino regular para fabricarla. La vacuna de la que tanto se habla sería la primera que se produciría con un proceso nuevo, que nunca ha sido usado antes. Se trata de vacunas que utilizan “ácido ribonucleico mensajero” (ARNm).
Los ácidos nucleicos, como el ARN, almacenan y transportan la información genética que define las características de cada célula. En este sentido, el ‘ARN mensajero’ es el encargado de transportar esa información recogida del ADN (ácido desoxirribonucleico) para con ella sintetizar las proteínas necesarias y “ordenarle a cada célula” lo que tiene que hacer o en qué tiene que convertirse (y en este caso concreto, de qué tiene que defenderse). En la elaboración de vacunas ARN, se introduce, en una cadena de ARNm, el código genético del virus para engañar al cuerpo de manera tal que produzca proteínas del mismo. Es decir, funciona con manipulación genética, sin introducir el agente infeccioso propiamente dicho.
Esta nueva ruta ha generado muchas dudas. Los ‘antivaxxers’ (que consideran las vacunas como peligrosas, como un engaño o simplemente una conspiración) no son hoy los únicos que se niegan a inocularse. Estadísticas aterradoras demuestran que en EE. UU. más de la mitad de las personas optará por no vacunarse; no necesariamente por principios, sino porque no confían en la celeridad del proceso, o en el camino elegido. Antes del 2020, solo una docena de vacunas ARNm llegaron a ensayos clínicos en humanos; ninguna fue aprobada. Y luego llegó la pandemia.
Hace un par de semanas escribí sobre la “ley de las consecuencias imprevistas”, que gira alrededor de resultados no buscados, producto de una acción que se lleva a cabo con otro propósito. Las consecuencias inintencionadas pueden ser positivas o negativas. El tema es el riesgo.
Y citaba también a Crichton (Parque Jurásico-1990): “Hace 50 años todos estaban loquitos con a la bomba atómica. Eso era poder. Nadie podía imaginar nada más. Sin embargo, una década después de la bomba, tuvimos poder genético. Y el poder genético es mucho más potente que el poder atómico. Y estará en manos de cualquiera; en kits para jardineros de patio trasero, en experimentos para niños de escuela y en laboratorios baratos para terroristas y dictadores”. Posteriormente, en la adaptación de la obra al cine, Malcom (matemático especializado en teoría del caos) añade: “el poder genético es la fuerza más brutal que ha visto este planeta y ustedes lo blanden como un niño que acaba de encontrar el arma de su padre”.
Entonces, teniendo la opción, ¿te vacunarías? Pero, elijas vacunarte o no, por favor, por lo menos, no alimentes a los Gremlins después de medianoche, ya hemos tenido suficiente.