Por una COP pragmática

Para que la COP28 sea un éxito hay que dejar de lado el idealismo verde y la hipocresía
Las últimas negociaciones sobre el clima han sido, cuando menos, acaloradas. Además de las recriminaciones habituales relacionadas con la financiación, hubo controversia por la elección de Sultan Al Jaber (director ejecutivo de la Abu Dhabi National Oil Company, ADNOC) como presidente de la próxima Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) que tendrá lugar en Emiratos Árabes Unidos. Pero para que el mundo pueda avanzar eficazmente en el reto que plantea el cambio climático, es esencial el compromiso de la industria de petróleo y gas, y de la región del Golfo. La COP28 puede ser una reunión trascendental si el resto del mundo consigue dejar a un lado los dogmas y centrarse en buscar puntos de acuerdo. La estrategia de la Unión Europea frente al cambio climático se ha caracterizado por una combinación letal de ideología, soberbia y miopía. Pese a su importante progreso reduciendo su huella de carbono y mejorando su eficiencia energética, no ha logrado diseñar un marco energético común, lo que socava la seguridad energética e irónicamente la sostenibilidad. Aunque la UE se ha convertido en un modelo normativo global para la transición energética, sobreestima hasta qué punto su filosofía verde encuentra eco en el resto del mundo. La provisión de fondos hoy es muy inferior a lo que se necesita. Para que la COP28 sea un éxito hay que dejar de lado el idealismo verde y la hipocresía. Hemos de fijar una agenda clara que tenga en cuenta todos los intereses que están en juego. Solo podemos esperar la sostenibilidad de las iniciativas verdes y la aceleración de la transición energética si reconocemos las necesidades y objetivos de todos los actores relevantes. También hace falta una estrategia más realista para el sector de gas y petróleo. La industria debería estar invirtiendo en reducir la intensidad de emisiones de sus operaciones. El sector de gas y petróleo puede jugar un papel -mayor- en la transición verde. Sus compañías tienen alcance global, disposición al riesgo, recursos financieros sustanciales y conexiones establecidas con las partes interesadas. También poseen mucha experiencia en proyectos ‘offshore’, producción de hidrógeno y transporte de combustible. Todas estas fortalezas se pueden poner al servicio de los objetivos sostenibles. Para alentar al sector privado (y no solo a empresas gaspetroleras) a invertir más en la reducción de emisiones, debemos aprovechar la fijación del precio del carbono y los regímenes transfronterizos de comercio de derechos de emisión. Pero estas iniciativas necesitan tener en cuenta las diferencias en prioridades y necesidades energéticas, evitando la creación de expectativas no realistas para las renovables. Un planteamiento único para todos no sería ni justo ni eficaz. Cada país tiene que ser libre de buscar su propio equilibrio entre sostenibilidad, seguridad y rentabilidad. La UE requiere un nuevo marco de acción climática que refleje una perspectiva más práctica y global, que tenga el gran atractivo necesario para lograr avances reales en la cuestión del cambio climático. El mundo no puede darse el lujo de anteponer la ideología al pragmatismo. Una transición verde justa solo será posible con un enfoque sobrio y equilibrado que tenga en cuenta las necesidades energéticas y de prosperidad de cada país. Para que haya progreso significativo en la COP28, no podemos caer en trivialidades; tenemos que empezar por identificar qué podemos poner cada uno -incluida la industria de petróleo y gas- sobre la mesa.