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El costoso regreso de la geopolítica

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Pese a no estar directamente involucrados en la guerra de Ucrania, los países en desarrollo han sufrido grandes daños colaterales

Una de las lamentables consecuencias de El origen de las especies de Charles Darwin fue el advenimiento de la geopolítica. Inspirándose en los conceptos de Darwin de “selección natural” y “supervivencia del más apto”, los progenitores de la geopolítica sostuvieron que toda la historia estaba moldeada por una competitiva “lucha de naciones”. Este abordaje, en contraste con la visión armoniosa de relaciones internacionales defendida por pensadores de la Ilustración y los economistas clásicos, veía a todos los países como depredadores potenciales, y a los más exitosos sometiendo al resto. Las luchas de poder se enmarcaban invariablemente como batallas entre el bien y el mal. Los propagandistas aliados caracterizaron a la I Guerra Mundial como un conflicto entre democracia y autocracia prusiana. Por el contrario, el escritor alemán Thomas Mann la veía como una lucha entre la noción alemana de ‘kultur’ y la civilización occidental. Y mientras los geopolíticos estadounidenses consideraban la Guerra Fría como una batalla existencial entre democracia y totalitarismo, sus homólogos soviéticos la pintaban como una guerra defensiva, en la que el socialismo se enfrentaba al capitalismo depredador. John Maynard Keynes en su polémico libro escrito en 1919, Las consecuencias económicas de la paz, se abstuvo de culpar a Alemania de la I Guerra Mundial, pese a que era claramente el agresor. Keynes consideró la guerra como resultado inevitable de la mentalidad geopolítica. Para él, la geopolítica era la “serpiente” en el jardín del internacionalismo liberal, y reprochó a los pacificadores por su fracaso en reparar la devastación causada por la guerra. Hoy las instituciones militares y políticas del mundo están una vez más bajo dominio de la mentalidad geopolítica. Esta percepción de las relaciones internacionales ha generado graves consecuencias económicas. La guerra en Ucrania ha provocado una rápida elevación de precios de la energía y los alimentos, desencadenando una crisis del costo de vida, ralentizando el crecimiento económico y avivando la inflación. Cualquier guerra, incluso una indirecta, conduce inevitablemente a la disminución del nivel de vida de la población civil por elevación de impuestos o por inflación galopante. Las sanciones económicas se originaron durante la I Guerra Mundial como medio para bloquear el comercio exterior del enemigo. En situaciones que no llegan a ser guerra mundial a gran escala, su implementación hace que una economía abierta y globalizada sea inalcanzable. Ya que las sanciones hacen que sea imposible garantizar la seguridad de las cadenas de suministro, se piensa que es mejor limitar las relaciones comerciales a aquellas con países amigos. Pero los líderes mundiales parecen no considerar las ramificaciones económicas y políticas que conlleva reorientar el comercio internacional y las finanzas al alejarlos de la eficacia y acercarlos a la seguridad nacional. La geopolítica representa un abordaje de relaciones internacionales intrínsecamente pesimista, pues está dispuesto a aceptar el riesgo de destrucción a gran escala para asegurar un futuro que bien podría lograrse mediante cooperación y buena voluntad. La advertencia profética de Keynes contra el precipitado acogimiento de la violencia debería resonar entre los líderes políticos del mundo: “no es suficiente que el estado de las cosas que buscamos promover sea mejor que el estado que lo precedió; debe ser lo suficientemente mejor para compensar los males de la transición”.