Desindustrialización alemana, amenaza vigente
La guerra de Ucrania y la posterior disparada de los precios de la energía constituyeron la mayor crisis para Alemania
Hace unos meses Alemania se preparaba para un duro invierno. Cuando Rusia cortó la provisión de gas natural a Europa y los precios más que se duplicaron, los funcionarios alemanes advirtieron que podía haber cortes eléctricos y suspensiones escalonadas del servicio. Pero esas predicciones no se materializaron. Alemania demostró tener una capacidad de recuperación superior a la que muchos le atribuían. De todas formas, el país sigue en pánico. Los alemanes siguen atribulados por el fantasma de la desindustrialización. No pasa un día sin que algún medio informativo o instituto de investigación prediga que los cierres de fábricas y el auge de China llevarán al país a la ruina. El banco estatal Kreditanstalt für Wiederaufbau advirtió recientemente que Alemania enfrenta “una era de prosperidad decreciente”. Y Yasmin Fahimi, directora de la Confederación Alemana de Sindicatos, advirtió que la crisis energética conducirá a la desindustrialización y a despidos masivos. El Centro Europeo de Investigaciones Económica afirmó que Alemania es la “gran perdedora” de la economía mundial actual: ocupa el puesto 18 entre 21 países industriales de su índice de competitividad. Otros expertos advirtieron que la suba de costos energéticos obligará a las empresas manufactureras a mudar sus operaciones a Europa Oriental y EE. UU. en respuesta al proteccionismo estadounidense. Pero la verdadera amenaza está a la vuelta de la esquina: China superó recientemente a Alemania como el segundo mayor exportador de automóviles del mundo, una señal preocupante. La participación de China en el mercado mundial de automóviles eléctricos aumentó al 28 % el año pasado gracias a su dominio en la fabricación de baterías y al éxito de fabricantes como BYD Auto, Wuling y GAC Motor, mientras que la participación de empresas alemanas, como Volkswagen, cayó del 7 % al 4 %. Europa ahora importa más automóviles desde China de los que exporta, mientras la transición a emisiones nulas y el abandono paulatino del motor de combustión interna que se avecina en el continente amenazan con volver obsoleta a la industria automotriz alemana. Además de la fabricación de automóviles, la competencia china amenaza al sector alemán de maquinaria, segmento clave del Mittelstand: los pequeños y medianos fabricantes que constituyen la columna vertebral industrial del país. A principios de este año, la asociación de fabricantes alemanes de maquinaria y equipos publicó un informe que señalaba que las exportaciones de máquinas-herramienta chinas superaron a las de Alemania. Aunque las exportaciones de maquinarias alemanas crecieron casi 10 % en 2021, la importación de maquinaria desde China aumentó 26 %. Irónicamente, las empresas alemanas que operan en China tuvieron un papel fundamental en esta transición; se vieron obligadas a asociarse con empresas locales y aceleraron así las transferencias de tecnología, en lo que verdaderamente constituyó un entrenamiento para sus futuros competidores. En 2022 Alemania sorprendió al mundo cuando se las arregló para abandonar el gas ruso sin caer en una recesión intensa, pero recuperar la competitividad del país constituye un desafío aún mayor. Hace tres décadas Alemania pasó de ser el país enfermo de Europa al motor económico que conocemos hoy. Para competir en la economía mundial cada vez más despiadada del siglo XXI, debe reinventarse nuevamente.