El fin de la estabilidad

La humanidad ya no puede darse el lujo de ignorar o posponer las inversiones para la adaptación y la mitigación climáticas, que requerirán la completa renovación de las sociedades industrializadas
El mundo tambalea a causa de una extraordinaria confluencia de crisis, entre ellas, la guerra de Rusia en Europa, la sostenida pandemia de COVID-19, amplias perturbaciones en el comercio y cadenas de aprovisionamiento, inflación, inseguridad alimentaria y todos los malsanos síntomas del cambio climático. Aunque el orden mundial posterior a la II Guerra Mundial distaba de ser perfecto, ofrecía estabilidad y amplias oportunidades para la cooperación internacional, mas parece estar viniéndose abajo. Rusia, gran potencia nuclear, atacó a un vecino sin motivos razonables y asesinó indiscriminadamente a quienes aún llama sus «hermanos». Desde hace seis meses el Kremlin lleva adelante una sangrienta campaña de conquista más acorde con la década de 1940 que con la de 2020. El fantasma de la guerra -y de un conflicto entre dos superpotencias del siglo XXI- también se cierne sobre el estrecho de Formosa. China amplía su amenaza militar contra Taiwán y con ello el riesgo de enfrentamiento armado directo con Estados Unidos. Irán se dedica seriamente a su programa nuclear en una región recargada de tensiones geopolíticas y volatilidad. Esto deshilacha el orden mundial posterior a la Guerra Fría y sus principios centrales de no violencia, cooperación internacional y globalización económica. ¿Se viene la II Guerra Fría? Al nuevo viejo riesgo de conflicto violento hay que sumar los efectos cada vez más graves del cambio climático. Como quedó claro con las olas de calor sin precedentes en China y Europa este verano, la crisis climática amplificará las nuevas crisis geopolíticas y económicas. La humanidad ya no puede darse el lujo de ignorar o posponer las inversiones para la adaptación y mitigación climáticas, que requerirán la completa renovación de las sociedades industrializadas. El resultado de la I Guerra Fría respondió a la carrera armamentista nuclear y la superioridad del sistema económico occidental. La actual dependerá de nuestra capacidad para construir un orden mundial más equitativo y solucionar la crisis climática. Para ganar, las democracias occidentales tendrán que ofrecer algo que realmente beneficie a todos. La crisis climática no se trata de una progresión histórica típica de las sociedades humanas. La que enfrentamos ahora es una crisis del propio sistema. Estamos en una nueva realidad que demuestra que volver al ‘statu quo’ será imposible. Al destruir el medio ambiente y alterar el clima, la humanidad impidió que continúen los modelos existentes. El aumento de las temperaturas, los cauces secos de los ríos, los paisajes resecos, la caída de rendimiento de las cosechas, la extrema escasez energética y los trastornos en la producción industrial son algo diferente. Sabíamos desde hace mucho que estos problemas estaban por llegar, pero no hicimos nada, porque para lograr una respuesta realmente eficaz teníamos que romper con el pasado y revisar nuestros sistemas políticos, económicos y sociales. La mayoría de Estados carecieron de voluntad para emprender esos proyectos. Cuando las consecuencias de la crisis climática sean aún más obvias y dolorosas, ¿estaremos aún a tiempo de enmendar nuestras costumbres?, ¿o el clima habrá ya superado los puntos de inflexión irreversibles que anunciarán la llegada de una nueva Era del Calor que empeorará la vida de casi todos?