Glenn Hubbard: Lo que realmente exige el reequilibrio de la economía de EE.UU.

El plan para lograr un realineamiento económico global tiene una contrapartida importante
La política arancelaria agresiva del presidente Donald Trump, ha propiciado debates importantes sobre el reequilibrio de la economía estadounidense en el país y en el orden económico global. Ante el Club Económico de Nueva York, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ofreció una visión de la estrategia en materia de política económica de la administración Trump para “reequilibrar” y reprivatizar” la economía estadounidense, y observó que el “periodo de desintoxicación” en tanto la economía reduce su dependencia del gasto federal puede exigir un ‘sacrificio’ a corto plazo. No está del todo claro qué es lo que hay que reequilibrar. Las políticas fiscales y regulatorias que están estudiando ofrecen vías para aumentar la inversión en EE.UU. de empresas nacionales y extranjeras. Pero los efectos sobre el tipo de cambio del dólar y la cuenta corriente no están bien alineados con la reducción del déficit comercial que persiguen. Mientras los mercados financieros estadounidenses y la industria nacional sufren las consecuencias de los aranceles intermitentes, cabe preguntarse si el objetivo de reequilibrio se ve favorecido por la priorización de la política comercial. La respuesta corta es no. Es poco probable que aranceles al aluminio y acero, insumos intermedios clave en la fabricación, reequilibren la economía estadounidense hacia un aumento de producción manufacturera. Un mejor enfoque haría hincapié en los cambios necesarios desde hace tiempo en política fiscal, aunque las medidas políticas son más desafiantes que solo hablar de ‘reequilibrio’. El objetivo “Estados Unidos Primero” de Trump prevé un reequilibrio global de la actividad económica y la producción. El plan para lograr un realineamiento económico global tiene una contrapartida importante. Mientras algunas economías (China y Alemania) necesitan aumentar gasto interno, EE.UU. necesita aumentar ahorro nacional. En igualdad de condiciones, el aumento de ese ahorro que resulte de la reducción de déficits presupuestarios, ejerce presión a la baja sobre las tasas de interés reales en los mercados mundiales de capitales y sobre la prima por plazo de deuda pública estadounidense a largo plazo; el déficit de cuenta corriente de EE.UU. también disminuiría. En la medida en que se logre consolidación fiscal con disminución del gasto federal, se puede lograr un reequilibrio hacia la economía privada. Por el lado impositivo deberían tener cuidado de evitar nuevos recortes fiscales considerables que aumenten el déficit presupuestario y reduzcan el ahorro público. Seguir una senda fiscal hacia el reequilibrio requiere medidas políticamente difíciles. Mientras que el Departamento de Eficiencia Gubernamental de la administración se centra en la reducción del empleo federal, las reducciones serias del gasto a largo plazo deben centrarse en la ralentización de la tasa de crecimiento del gasto en Seguridad Social y Medicare. Hay formas de realizar estos cambios que refuerzan la ayuda a los mayores con menores ingresos, al tiempo que reducen la generosidad del programa para los mayores con más recursos. Si la administración Trump se toma en serio el reequilibrio de la economía, debería aprovechar el control que tienen sobre ambas cámaras del Congreso para impulsar cambios con grandes beneficios económicos a largo plazo, pese a los desafíos políticos a corto plazo. Eso sí sería poner a EE.UU. en primer lugar.