La Guerra Fría ha vuelto
La catástrofe de la II Guerra Mundial generó un proceso de unificación europea que culminó en la UE, con libertad de movimiento, moneda común y mercado único. Una integración política más profunda nunca ha parecido posible’.
La guerra de Vladímir Putin en Ucrania es un intento de hacer retroceder el reloj al momento en que Rusia era una superpotencia que dominaba Europa del Este. Mas en lo que equivale a una tentativa de cambiar el resultado de la Guerra Fría, ha sobreestimado sus capacidades. Las realidades que se pueden apreciar en Ucrania han revelado que esta guerra, motivada por una nostalgia irracional por el régimen zarista, fue un grotesco error de cálculo. Aunque no sabemos cómo acabará o cuántas víctimas cobrará la guerra, está claro que Putin no logrará ganarla, ni en el campo de batalla ni en el ámbito internacional. Con sus últimas amenazas de usar armas nucleares y su movilización de más de 300.000 reservistas, ha dejado en evidencia su propia debilidad y la difícil situación en que lo han puesto los avances de Ucrania en el frente. Tras el estruendoso fracaso de su “operación militar especial”, parece no tener más opción que convertir la batalla en una “guerra” abierta, haciendo uso de todos los recursos estratégicos de Rusia, incluido su arsenal nuclear. Si Putin llegara a violar el tabú nuclear, vigente desde 1945, convertiría a Rusia en un paria y la aislaría casi por completo de la escena internacional. Ni India ni China la imitarían, y tampoco Estados Unidos y la OTAN tolerarán una forma de escalada así de peligrosa. Como ya lo han señalado, responderían por medios militares de una forma bien calculada, pero no nuclear, que garantice “consecuencias catastróficas” para Rusia. En cuanto a Putin, un ataque nuclear sería un paso más hacia la derrota. Pero ¿qué significaría esto para Europa? Puesto que Rusia y la Unión Europea seguirán siendo vecinos ocurra lo que ocurra, los europeos tendrían que ver a Rusia como una amenaza existencial. Volveríamos repentinamente al punto muerto militar que, pensábamos, había sido superado con el fin de la Guerra Fría. Con los rusos librando una guerra para borrar a Ucrania del mapa, debemos abandonar la esperanza de una paz y estabilidad duraderas. La Guerra Fría ha vuelto, y las amenazas nucleares de Putin implican que podría volverse “caliente”, y hasta radioactiva. Europa debe aceptar esta realidad e implementar los cambios de largo plazo que esta requiere. La UE está lejos de ser una gran potencia. Sus divisiones y conflictos internos hacen que pese mucho menos en lo geopolítico. La integración política es lo que Europa necesita, a menos que quiera vivir bajo la constante y agotadora amenaza de un ataque militar y el chantaje nuclear. La OTAN y sus garantías de seguridad solo podrán seguir siendo sólidas si los europeos refuerzan su lado del puente transatlántico. La guerra de agresión de Putin en Ucrania ha subrayado la importancia de EE.UU. para la defensa de Europa. El residente Biden respalda a la OTAN, pero ¿hará lo mismo el próximo inquilino de la Casa Blanca? La nueva amenaza en la frontera oriental de Europa moverá el centro de gravedad de la UE hacia el este, dando a esos Estados miembros un mayor papel en el concierto de la unión; y aparte de ser una comunidad legal y un mercado común, la UE deberá convertirse en una comunidad de seguridad. La tarea inmediata es evitar la aguda amenaza de que la guerra pase a estar fuera de control y se propague a Europa. Pero a más largo plazo, los europeos tendrán que hacer cambios institucionales para establecer un marco de seguridad efectivo. ¿Sabía Putin lo que hacía al invadir Ucrania? Ahora que ha demolido la esperanza de convivir en paz, los europeos tendrán que adaptarse. Una vez más, no se podrán dar por sentadas la libertad, la democracia y la seguridad en el continente.