La interdependencia en el mundo de hoy

Putin ha demostrado que la interdependencia económica, a pesar de la capacidad pacificadora que ha tenido en las últimas décadas
Ha transcurrido un año desde que Rusia invadió Ucrania. De todas las lecciones que pueden extraerse se podría destacar una: la interdependencia no es sinónimo de paz y debe ser adaptada para hacer frente a una nueva realidad internacional. Según los reputados académicos de relaciones internacionales Joseph S. Nye y Robert O. Keohane, el concepto de interdependencia hace referencia a relaciones de dependencia mutua que se desarrollan entre Estados como resultado de sus interacciones, principalmente económicas y comerciales. En consecuencia, un Estado depende de otro -y viceversa- para garantizar su seguridad (incluida la energética) y su desarrollo económico. En las últimas décadas, la interdependencia ha ocupado un lugar privilegiado en el pensamiento político occidental. Aunque el concepto merezca un replanteamiento, ignorar su contribución positiva que a la estabilidad global y la seguridad en Europa desde el final de la II Guerra Mundial sería deshonesto e improductivo. El éxito del proyecto europeo se debe en gran parte a las virtudes de la interdependencia, y fue un componente fundamental de la Östpolitik de Willy Brandt impulsada a partir de 1969, que ayudó a aliviar las tensiones entre Occidente y Moscú. A principios de este siglo, la globalización avanzaba a gran velocidad, y la interdependencia económica era vista por gran parte del pensamiento occidental como sinónimo de estabilidad global. Días antes de la invasión rusa de Ucrania tenía lugar la Conferencia de Seguridad de Múnich. La preocupación durante esas semanas era evidente, pero la idea de que Putin lanzaría una invasión militar sobre Ucrania era recibida con cierta incredulidad. La esperanza de que la invasión no se materializaría residía en parte en las virtudes de la interdependencia. Esa esperanza se demostró infundada y el 24 de febrero de 2022 las tropas rusas invaden Ucrania. Dicha invasión es el ejemplo reciente más claro de que la interdependencia no es la solución a todos los males del mundo, ni garantía de paz, ni de acercamiento. Los europeos hemos descubierto que la interdependencia, o más bien las dependencias, nos pueden hacer más vulnerables de lo que pensábamos. Tras la invasión rusa de Ucrania, la respuesta de la Unión Europea (UE) se ha basado en la aplicación de esta máxima, sobre todo en el campo de la energía. Los cambios han sido drásticos, rápidos y loables, mas los Estados Miembros de la UE deben buscar formas de reducir las dependencias que los hacen más vulnerables. Donde se hayan desarrollado dependencias que puedan ser arriesgadas para su seguridad, en cualquier sector estratégico, como en el sanitario, la defensa, la energía o la tecnología, será prudente reducirlas. Europa tiene que encontrar una manera equilibrada de relacionarse económicamente con el mundo. Como escribía el canciller alemán Olaf Scholz en un artículo previo a su visita oficial a Pekín, Europa debe evitar depender excesivamente de sus competidores, como China, pero ello no debe llevarla a un ‘decoupling’, o la ruptura de lazos económicos. En el último año hemos aprendido que la interdependencia no puede evitar la guerra. También sabemos que rechazar la interdependencia no solo es la antítesis del proyecto europeo, sino que es incompatible con el multilateralismo y la resolución de problema globales. Como europeos, este último debería ser nuestro cometido principal.