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Mark Leonard: El impacto mundial de la guerra entre Israel y Hamás

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Cuando se votó una resolución para solicitar el cese del fuego humanitario en Gaza, los estados miembros de la UE se inclinaron por 3 opciones

Otra vez hay guerra en Medio Oriente. A un mes de que los militantes de Hamás arrasaran brutalmente los territorios israelíes, las represalias militares de Israel continúan, con una ofensiva por tierra cada vez más intensa en el territorio de Gaza controlado por Hamás. Estamos ante una crisis geopolítica, tal vez incluso más profunda que la guerra de Ucrania y con un impacto mayor para el planeta. Las consecuencias más inmediatas serán en Medio Oriente. Durante años el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu operó con ilusiones que ahora quedaron destruidas (la más significativa era la expectativa de que Israel pudiera normalizar sus vínculos con el mundo árabe sin ocuparse de la cuestión palestina que, aparentemente para él, podía desaparecer a fuerza de deseos). Ahora es imposible ignorar esa cuestión. Independientemente del resultado, Israel tendrá que, probablemente, repensar su estrategia para el moribundo proceso de paz de Medio Oriente. Es probable que Arabia Saudita, que estaba a punto de normalizar sus relaciones con Israel, exija ahora algunas concesiones para los palestinos. Israel tiene el derecho indisputable a defenderse pero, por recuperar el control de la narrativa y mantener su posición política, Netanyahu podría prolongar la guerra o alentar una escalada regional. Con sus aliados nominales del golfo indecisos, es posible que pretenda recuperar su constelación geopolítica preferida: Israel y los estados árabes suníes frente al eje de resistencia iraní, y los palestinos reducidos nuevamente a una cuestión secundaria dentro de un enfrentamiento mucho más amplio. Uno de los mayores perdedores será Ucrania. La violencia y sufrimiento por el que atraviesan sus habitantes ya no se ven tan excepcionales como antes. Dado que la supervivencia ucraniana depende de que la comunidad internacional mantenga su apoyo, todo lo que la distraiga de esa lucha es mala noticia. Y si la guerra entre Israel y Hamás recrudece e Irán ingresa a la refriega, el impacto sobre los precios del petróleo podría dificultar las sanciones de Occidente a la energía rusa.

Para Europa, la crisis expuso profundas fracturas entre Francia, Alemania y el Reino Unido, y alentó la fragmentación de otros estados miembros de la UE. Su caótica respuesta llevó a que la contundente reacción China destacara aún más: expresó rápidamente su apoyo a los palestinos en respuesta a su acercamiento al Sur Global. Y los diplomáticos chinos están ansiosos por resaltar el doble estándar occidental -las distinciones entre Israel y Rusia, y entre palestinos y ucranianos-. Pero tomar partido podría complicar a China: una confrontación regional más amplia podría trastornar la frágil paz que logró entre Irán y Arabia Saudita. Hasta ahora Biden logró equilibrar su apoyo a Israel con pedidos para que limite su respuesta al ataque de Hamás. Y su decisión de combinar la asistencia a Ucrania con apoyo a Israel en el mismo paquete de seguridad nacional le permitiría superar la resistencia de los legisladores republicanos a apoyar a Ucrania. Como esta ya era una distracción de la prioridad para su país: la competencia estratégica con China, lo que menos necesita EE. UU. es ampliar su participación en Medio Oriente Nadie -excepto, tal vez, Hamás y Netanyahu- está interesado en prolongar o ampliar el conflicto actual de Gaza. Esperemos que los actores relevantes reconozcan los intereses que comparten y trabajen juntos para defenderlos. Lo más urgente es evitar que el conflicto crezca, y ponerle fin. Una vez desmantelada el ala militar de Hamás y los rehenes israelíes libres, hay que impulsar una solución política al conflicto israelí-palestino. No existe otra manera de garantizar la seguridad de Israel en el largo plazo.