Premium

Shlomo Ben-Ami: Los palacios de los sueños mortales de Oriente Medio

Avatar del Columna Internacional

Este séquito en gran medida antepuso el nacionalismo panárabe hueco a la modernidad

El asesinato por parte de Israel del líder de Hezbolá, Hasan Nasrallah, es un acontecimiento de proporciones históricas en Oriente Medio. Como se desprende de la respuesta de Irán a los ataques de Israel contra su apoderado en Líbano, las ondas de choque se están propagando en toda la región y probablemente resuenen en todo el mundo. Nasrallah tenía la misión de destruir a Israel. Era un manto que había tomado de innumerables líderes árabes. El dictador iraquí Sadam Huseín y el líder palestino Yasser Arafat, fundador de Fatah, alimentaron sus propios sueños de liquidar al Estado judío. No pudieron lograr su gran sueño panárabe. Pero los intelectuales árabes mantuvieron vivos sus delirios. Israel fue la medida del fracaso de los árabes, señaló el difunto académico palestino Edward Said. Para muchos, su supervivencia era intolerable. Se suponía que la Revolución Islámica del ayatolá Ruhollah Khomeini iba a ser la respuesta chiita al fracaso del nacionalismo árabe sunita. Mientras el panarabismo muchas veces estaba asociado con clases sunitas hacendadas, a la revolución de Irán se la retrataba como un levantamiento de subclases chiitas. Pero el mesianismo chiita encontró su propio camino hacia el fracaso, mostrándose incapaz de liberar a las masas árabes en el exterior, a pesar del gigantesco apoyo de las milicias apoderadas, creando al mismo tiempo un régimen opresivo e impopular que no ofreció un antídoto para la desigualdad. El chiismo pronto cayó en la misma trampa que había condenado al fracaso al panarabismo sunita: en un intento por desviar la atención de sus fracasos, los líderes de Irán derramaron todos los recursos y energía disponibles en una guerra de aniquilación contra Israel. Nasrallah se convirtió en la personificación de un nuevo ‘palacio de los sueños’ árabe, en el que las subclases chiitas reinarían como amos y señores en Líbano y otras partes, y los designios regionales de ‘Pequeño Satán’ y ‘Gran Satán’ -Israel y su amo norteamericano- eran desbaratados de manera permanente. Nasrallah era el lord de la resistencia, el héroe panárabe que luchó en la guerra civil de Siria durante más de diez años para salvar al régimen tirano de Bashar al-Asad y le declaró altivamente la guerra a Israel inmediatamente después de que Hamás llevara a cabo su masacre de octubre pasado. Y su leyenda sobrevivió incluso a los golpes devastadores de las últimas semanas, sobre todo al ataque con dispositivos del ejército israelí, en el que apuntó a miembros de Hezbolá haciendo detonar explosivos que había escondido dentro de localizadores electrónicos y walkie-talkies. Lamentablemente, los israelíes han construido su propio palacio de los sueños de ‘victoria total’, peligroso y erigido sobre un cimiento de fervor nacionalista, mesianismo religioso e intransigencia política. Existe un escenario en el que las hazañas militares de Israel cambian la región para mejor. Desafortunadamente, lejos de ser el abanderado de alguna visión política iluminada, el actual gobierno de Israel está decidido a librar una guerra en todos los frentes, sin ninguna visión de un futuro político que los vecinos de Israel pudieran llegar a aceptar. Luego del asesinato de Nasrallah y de la invasión por parte de Israel del sur del Líbano, un profesor libanés advirtió que “una generación completa” de libaneses “se está despertando a la política” y que “Israel está plantando las semillas de futuras guerras”. Así, el ciclo de violencia continúa.