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Carl Manlan y Adanna Chukwuma: El sector fintech debe adoptar la inclusión universal

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Las empresas de servicios financieros que busquen la inclusión universal serán más atractivas para otros clientes

En los últimos años el mundo ha hecho grandes avances en la promoción de la inclusión financiera. Entre 2011 y 2021 el acceso a servicios financieros creció un notable 50 %, hasta llegar a más de tres de cada cuatro adultos. Pero todavía falta mucho para crear un sistema financiero realmente inclusivo. Además de ampliar el acceso a productos y servicios financieros, hay que garantizar que sean útiles para todos, incluidos los 1.200 millones de personas de todo el mundo con discapacidades. 

La primera generación de la tecnología financiera o fintech transformó la banca tradicional y facilitó el acceso a las personas no bancarizadas (dinero móvil, microcrédito). La próxima ola de innovación debe ir más allá y adoptar como principio básico de diseño la inclusión universal: la idea de que todo el mundo merece acceso a herramientas financieras que satisfagan sus necesidades y mejoren su bienestar. Ya hay ejemplos de cómo podría ser. 

Tecnología de pago sin contacto por la cual los comerciantes pueden aceptar pagos con un teléfono inteligente, sin necesidad de una terminal de pago. Esta funcionalidad tiene ventajas evidentes (comodidad, seguridad) para compradores y vendedores. 

Pero también mejora el acceso a la economía digital de personas ciegas o con dificultades visuales a las que contar dinero en efectivo puede resultarles difícil y aquellas con problemas de movilidad (artritis, esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson o parálisis cerebral). Lo mismo ocurre con pagos activados por voz, cruciales para gente con limitaciones visuales o de movilidad o dificultades para leer y escribir. 

Esto es diseño universalmente inclusivo en su máxima expresión. Nadie pondrá reparos a una herramienta accesible que ya esté usando. A pesar de algunos avances, el enfoque predominante en el desarrollo de productos financieros no hace suficiente hincapié en la inclusión. No solo es un fallo ético, sino también la pérdida de una oportunidad económica. 

Las personas con discapacidades, junto con sus amigos y familiares, equivalen a nada menos que 13 billones de dólares de renta disponible. Y con el aumento de la esperanza de vida, el tamaño de este grupo crecerá, y también su poder adquisitivo. Para aprovechar al máximo la inclusión universal, las instituciones financieras deben adoptar un nuevo marco de innovación basado en tres pilares. El primero es un enfoque de diseño universalmente inclusivo, en el que la creación de soluciones tenga en cuenta la accesibilidad desde el principio. 

Segundo, medir los avances en materia de inclusión financiera general es importante, pero también lo es recopilar datos detallados que diferencien entre grupos o segmentos, y que no solo midan el nivel de acceso, sino también la calidad de los servicios y los cambios en bienestar financiero derivados de los productos del sector. Finalmente, es esencial que haya normas claras en cuanto a rendición de cuentas y publicación de información. Los beneficios de la inclusión universal van más allá de las ganancias. La economía se vuelve más resiliente y dinámica cuando todas las personas pueden participar plenamente en ella. 

Y la búsqueda de satisfacer las necesidades de un grupo desatendido puede generar innovaciones que benefician a todos: un fenómeno conocido como efecto rampa, en referencia a las rampas colocadas en aceras para usuarios de sillas de ruedas, que mejoraron la vida de muchas otras personas (padres que llevan a sus hijos en cochecito o repartidores). En lugar de pensar en la accesibilidad como un obstáculo a superar, debemos reconocer su potencial como catalizador de innovación y crecimiento. La inclusión universal en los servicios financieros no es solo una buena acción, también es un buen negocio.