Claudia Tobar: Desmitificando la crianza ideal

Es el momento en que nuestra paciencia y amor incondicional se ponen a prueba
Durante generaciones hemos forjado ideales acerca de la figura de la madre o el padre perfecto. Nos imaginamos familias con hijos “educados, agradecidos, respetuosos y equilibrados”. Sin embargo, ese ideal parece ser siempre el de alguien más, nunca el nuestro. Es común preguntarnos si todos encuentran la crianza tan desafiante como nosotros. Esos hijos, a quienes amamos profundamente, desafían nuestra paciencia y nos enfrentan a nuestros temores más profundos.
Si alguien nos hubiera revelado que la esencia de la paternidad se resume en tres objetivos, la tarea hubiese parecido más simple:
1. Formar seres responsables: con ellos mismos, con otros, con el medio ambiente y con sus elecciones.
2. Enseñarles a ser autosuficientes, volviéndonos gradualmente “prescindibles”.
3. Establecer, durante sus primeros 13 años, una base sólida de confianza, respeto y afecto.
Todo lo demás son matices y presiones externas. Aunque estos objetivos parezcan básicos, representan el reto más grande de nuestra existencia. Durante los primeros años, nos convertimos en el pilar esencial para la supervivencia de nuestro hijo. Posteriormente, nuestro rol evoluciona, y cada gesto y enseñanza influirá en su desarrollo. Entre los cinco y 11 años vivimos una fase mágica donde, aunque los hijos ganan independencia, aún ven en nosotros una figura central en sus vidas.
Sin embargo, al llegar a los 12 años enfrentamos un desafío mayor: ¿qué hemos cultivado en esa relación durante más de una década? Es el momento en que nuestra paciencia y amor incondicional se ponen a prueba. Si en ciertos momentos siente distanciamiento, recuerde que el objetivo primordial es fortalecer vuestro vínculo, lo que, a su vez, ajustará sus expectativas.
La sociedad nos impone estándares y juicios constantes, pero es esencial recordar que el mito de la familia perfecta, con hijos siempre agradecidos y ejemplares, es eso: un mito. Esforcémonos por acercarnos a ese ideal, pero, sobre todo, construyamos relaciones llenas de amor que perduren en el tiempo.