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Claudia Tobar: Transformando la ira en esperanza

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No vamos a escondernos, ni a vivir con miedo; vamos a demostrar que podemos reconstruir este país con más ganas

“Hasta que te pase a ti”. Es la sensación que tenemos cuando a nuestro alrededor escuchamos historias de secuestros, asaltos y robos. Esta semana me paso a mí. Fui víctima de un asalto mientras me reunía con una colega para conversar sobre la importancia de la educación. Dos hombres armados entraron a la cafetería y nos dejaron a los cinco clientes sin nada más que la ropa que llevábamos puesta. 

El valiente propietario del lugar se levantó firme a rogar que no nos hagan daño. Y así, en menos de dos minutos, todas nuestras pertenencias, el esfuerzo que estas representan, y la dificultad de desprenderse de símbolos con significado emocional, se fueron. Viví la lamentable experiencia con alguien que me dio una lección de valentía, serenidad y paz; ella, sin conocerme, fue una fuente de tranquilidad. 

En medio de las iras y la frustración empecé a ver a mi alrededor una cantidad de solidaridad sin precedentes. Amigos, familiares, vecinos mostraron su apoyo, ofreciendo lo que fuera necesario para aliviar el dolor; hasta una conmovedora nota de mi hijo ofreciéndome sus ahorros para recuperar lo perdido. Así, de pronto, en vez de sentir decepción, sentí orgullo por los ciudadanos de mi país. 

Donde miraba, todos estaban dispuestos a darme una mano. ¿Cómo tras un asalto siento orgullo? Justamente porque luego de este incidente concluyo que lo que hace falta es educación; falta dar oportunidades a otros. 

La conclusión nunca debe ser: “Vámonos del país”, sino, ¿qué hacemos para construir mejores condiciones, crear más trabajo y mejor ejemplo? No dejo de pensar en el propietario de la cafetería, en mi compañera de asalto, ahora amiga, y en todos a mi alrededor, que no han dejado de mostrar solidaridad. ¡Cómo no creer que los ecuatorianos somos buenos, si los buenos y honestos somos más! No vamos a escondernos, ni a vivir con miedo; vamos a demostrar que podemos reconstruir este país con más ganas.

Aunque extraño mis pertenencias, no voy a gastar más tiempo en lamentos; transformaré toda esa ira en trabajo para Ecuador, que está lleno de gente solidaria, buena y honesta, y esta mayoría es su fuerza sanadora. Uno elige cómo ver la vida; hoy, sin celular ni computador, elijo verla con esperanza.