Francisco Arosemena Robles | Ella
El arzobispo de Guayaquil fue uno de nueve obispos del mundo escogidos por el Papa
El Jubileo del Año Santo es un tiempo especial de experiencia personal de la misericordia divina. Es también un tiempo de reconciliación entre hermanos. Y de profunda alegría y esperanza.
En 2025, esa renovación interior conlleva un compromiso comunitario ineludible: implementar cambios concretos e inmediatos en la vida de la Iglesia, en cumplimiento de las directrices conclusivas del Sínodo de la Sinodalidad.
El arzobispo de Guayaquil fue uno de nueve obispos del mundo escogidos por el Papa para liderar los grupos de trabajo encargados de producir el reciente documento de síntesis a nivel global.
Desde hace cuatro años, de manera inédita, los laicos han participado junto a sus pastores, en el discernimiento de la misión evangelizadora y solidaria de la Iglesia.
Se ha reafirmado la opción preferencial por los pobres y los jóvenes.
Se exige corresponsabilidad de los laicos en los consejos pastorales y económicos, a nivel parroquial y diocesano.
Se reclama participación efectiva. Rendición de cuentas, oportuna y transparente. Planificación y evaluación formal de los planes de evangelización. Auditoría de estados financieros.
No hay espacio para la opacidad o la ambigüedad o la hipocresía.
Tiene que superarse el clericalismo y lograrse una plena y auténtica comunión de los pastores con el pueblo.
Debe mantenerse la metodología sinodal de la conversación espiritual para la toma de decisiones.
La Arquidiócesis de Guayaquil está en ruta. Se han cumplido pacientes procesos de escucha con los alejados de la Iglesia, quienes seguramente han visto con regocijo el reciente nombramiento cardenalicio.
Entre quienes conforman la curia y operan las emblemáticas obras arquidiocesanas (banco de alimentos, red de dispensarios médicos y red educativa) se han realizado jornadas de concientización de su rol como laicos. Se han ofrecido y se están diseñando nuevos espacios de formación para los agentes de evangelización. Se ha previsto la implementación de un sistema contable para la administración de las parroquias y del fondo de solidaridad sacerdotal. Y se está estructurando un Sínodo local para armonizar las obras parroquiales, con la iniciativas de las comunidades de vida consagrada y movimientos laicales.
La emotiva primera misa del arzobispo como flamante cardenal, con “ojos altos, manos juntas y pies desnudos”, es quizá un sencillo signo visible de la renovación en curso. La celebración litúrgica, espléndida y cuidadosamente preparada.
Una feligresía fervorosa, en un digno y reluciente santuario.
Respecto al presente y futuro de la Iglesia, con la venia de un gran cantautor, parecería oportuno preguntarnos: ¿qué pasaría si Ella no inundara esta ciudad?, ¿si no llenara nuestro espacio con su luz?, ¿si Ella se olvidara de cantar?, ¿si nos faltara alguna vez? Porque ilusiona constatar que, aunque no es perfecta, se acerca a lo que su fundador simplemente soñó.