Michael R. Bloomberg: ¿Qué frenaría el acortamiento de la vida en EE. UU.?

Fortalecer la confianza en quienes trabajan en la salud pública empieza por generar conciencia sobre lo que hacen
Aun con el paso del COVID-19 a segundo plano, la caída general de la expectativa de vida en Estados Unidos sigue, pues son muchas autoridades electas se niegan a tomar sus causas en serio. El COVID-19 fue principal motivo por el cual su expectativa de vida cayó 2,4 años entre 2019 y 2021. Si bien ha comenzado a repuntar, todavía está 1,3 años por debajo de los niveles de 2019, según datos de los Centros para Control y Prevención de Enfermedades de Estados unidos. Cada grupo racial y étnico hoy tiene una expectativa de vida menor que antes de la pandemia.
Las poblaciones indoamericanas, nativas de Alaska, negras e hispanas sufren los mayores retrocesos. Mientras, otros países han regresado o casi regresado a la expectativa de vida prepandémica. Las razones principales para que EE. UU. esté rezagado se pueden resumir en: armas y drogas; supera con creces a otros países de altos ingresos en muertes por sobredosis y uso de armas, problemas agravados desde 2019, alcanzando niveles récord.
Al mismo tiempo, enfermedades crónicas como trastornos cardíacos, accidentes cerebrovasculares y diabetes están entre las principales causas de muerte. La obesidad es un factor de riesgo importante para todas estas enfermedades y la tasa en EE. UU. es de las más alta entre países grandes y desarrollados.
Pese a tener la economía más grande y las instalaciones de atención médica más avanzadas a nivel mundial, ocupaba el puesto 40 en expectativa de vida global y el COVID hizo que se rezagara más. El cambio empieza por escuchar a los expertos en salud pública y desarrollar respuestas prácticas, basadas en datos. Desafortunadamente el camino de destrucción de la pandemia no eludió a la salud pública. Científicos y médicos fueron víctimas de ataques implacables de partidistas en busca de rédito político, y la confianza pública en sus opiniones cayó; ellos son falibles, pero ignorar sus advertencias y consejos es mortal.
Las intervenciones de salud pública salvan vidas todos los días, mas quienes son salvados rara vez lo saben. El nuevo documental El escudo invisible apunta a poner en el candelero a la salud pública y a los logros históricos que gracias a ella han sido posibles. De 1900 a 2000 la expectativa de vida en EE. UU. aumentó más de 30 años, la mortalidad infantil se desplomó, el sarampión y la difteria prácticamente se eliminaron.
En 1980 el mundo erradicó la viruela, luego la polio, éxitos extraordinarios, alguna vez inimaginables, que demuestran lo que es posible cuando las sociedades se comprometen a mantener a sus niños a salvo y prolongar nuestras vidas. Pero el coraje político para tomar medidas destinadas a salvar y prolongar vidas -desde sancionar leyes de armas más contundentes hasta gravar al tabaco- parece brillar por su ausencia, más que nunca.
Durante mis 12 años como alcalde de Nueva York la expectativa de vida promedio en la ciudad aumentó tres años; nos negamos a ceder ante los lobistas y los detractores que se oponían a nuestras protecciones innovadoras en salud pública, como publicar la cantidad de calorías y prohibir grasas trans, que resultaron tan populares y efectivas que el gobierno federal terminó adoptándolas. Para que la expectativa de vida regrese a picos prepandémicos -y suba más - necesitamos autoridades electas más valientes y audaces a la hora de desplegar el ‘escudo invisible’. Y necesitamos votantes que reconozcan los desafíos y pongan a sus representantes contra las cuerdas.