Helmut K. Anheier: La desazón de Alemania
No extraña que Krisenmodus (modo de crisis) haya sido la palabra alemana del año.
Hubo un tiempo en que, en opinión de muchos, nada podía salirle mal a Alemania: tenía una economía sólida, bajo nivel de desempleo y una estrategia de consolidación fiscal exitosa. Un amplio consenso político proveía estabilidad y la sociedad alemana no padecía divisiones profundas. Como decía el eslogan de campaña de la excanciller alemana Ángela Merkel en 2017, Alemania era “un país donde vivimos bien y felices”. Pero a estas alturas, el eslogan suena a ilusión vana. Hoy la percepción predominante es que Alemania ya no consigue hacer nada bien (al menos, nada importante).
El ánimo de la población refleja cansancio y pesimismo: 46 % cree que en 10 años estarán peor. A fines de 2022, solo el 28 % tenía esperanzas respecto de 2023 y no se equivocaron: 2023 resultó un muy mal año. La economía experimenta una recesión moderada pero persistente y las perspectivas para 2024 son negativas. Una grave y prolongada crisis presupuestaria tiene paralizados a los gobiernos federal y a los de los estados; los tres socios de la coalición de gobierno no dejan de pelearse; y numerosos intentos de reforma están detenidos o se han abandonado.
El influyente periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung dedicó una página a hablar de los trece mayores problemas de Alemania, autoinfligidos muchos de ellos. Hoy la globalización está cambiando y se está frenando, y la falta de mercados nuevos para los productos alemanes genera presión sobre la economía del país, orientada a exportaciones. No hay inversión suficiente, los mercados de capitales están muy debilitados y una agresiva tecnofobia frena el impulso digitalizador.
También padece falta de inversión en infraestructura pública, exceso de regulación y de burocracia y escasez de mano de obra. La sociedad alemana enfrenta un sistema inmigratorio disfuncional, alto costo de la vivienda, precios de energía entre los mayores de Europa y malos resultados educativos. Por el lado positivo, el periódico solo identificó tres signos alentadores: que es probable que la inteligencia artificial redunde en beneficio del núcleo industrial alemán; que el sector farmacéutico está recuperando su anterior fortaleza; y que las dinámicas pequeñas y medianas empresas manufactureras alemanas se mantiene hasta cierto punto resiliente e innovador. ¿Qué salió mal? La pandemia, la guerra en Ucrania, un incremento súbito de las migraciones y los conflictos en Medio Oriente han contribuido a la situación actual.
Pero sobre todo han revelado lo mal preparada que estaba Alemania para enfrentar perturbaciones inesperadas y cambios geopolíticos. Se venían gestando hace tiempo dependencias económicas y energéticas, sistemas administrativos obsoletos, regulaciones que asfixian la innovación, etc. Pero la dirigencia alemana decidió ignorarlos y los votantes siguieron la corriente.
En tiempos de crecimiento firme, los gobiernos se confían demasiado y dejan de prestar atención a cambios en las condiciones. Si la Ampelkoalition, coalición gobernante, quiere permanecer en el poder y corregir su triste desempeño, tendrá que mejorar su comunicación con el electorado y explicar con más frecuencia y claridad las políticas de su gobierno. Tiene que buscar un consenso en tres cuestiones fundamentales: no introducir nuevos programas sociales y no aumentar por encima de la inflación el gasto en los que ya existen; modernizar la administración pública; y flexibilizar la inversión pública, para lo cual se necesita una reforma del límite constitucional al endeudamiento. Tal vez no sean cambios muy atrevidos, pero no habrá ningún avance sin ellos.