Jaime Izurieta: El triunfo de la belleza
Notre Dame nos recuerda que la verdadera trascendencia se encuentra en el respeto y veneración que provoca un edificio
El año que dejamos atrás nos legó una de las proezas más grandes de la arquitectura contemporánea: la reconstrucción de la Catedral de París. Cuando se incendió Notre Dame en 2019, el mundo enfrentó un dilema crucial: reconstruir un ícono atemporal, símbolo de la belleza que es capaz de crear el hombre cuando se inspira en lo divino, o dejarse llevar por extravagancias: techos de vidrio, jardines flotantes, y espiras reinventadas, más llamativas que respetuosas.
En un acto de sensatez, Francia optó por honrar la tradición. En lugar de sucumbir a la zafiedad de convertirla en una declaración contemporánea, arquitectos y artesanos trabajaron para devolverle su grandeza original, utilizando materiales y técnicas milenarias. La decisión reafirmó un principio fundamental: la belleza no necesita ser reinventada para ser relevante.
Contemporáneas a Notre Dame de París, muchas de las edificaciones más hermosas del mundo, como la Sainte-Chapelle o la Catedral de Nuestra Señora de Reims, provienen del Medioevo. Levantar un edificio así de sublime hace siete siglos, con sus impresionantes vidrieras, estructuras estilizadas y orquestación, que conmueven profundamente al espectador, constituye una hazaña que, incluso con el acceso actual a tecnologías de punta, no se ha igualado.
Destruirlas, lamentablemente, es sencillo. Según el Observatorio del Patrimonio Religioso, en 2024 se registraron 26 incendios en iglesias de Francia, 14 de ellos presuntamente provocados. En 2023 las cifras fueron similares. Esta tendencia, sin duda, resulta alarmante.
En un mundo saturado de edificios que intentan destacarse a toda costa, y de ideologías que pretenden destruir la belleza construida en otras épocas, Notre Dame nos recuerda que la verdadera trascendencia se encuentra en el respeto y veneración que provoca un edificio.
Ojalá el espíritu que guio esta reconstrucción nos inspire en 2025 a mirar más allá de las tendencias efímeras y a redescubrir el valor de la continuidad, la historia y la belleza como fundamentos del diseño.