Jaime Izurieta Varea: La ciudad museo

Tal vez hay una oportunidad para actualizar nuestros espacios culturales y evitar esa condena…
El laboratorio de Thomas Edison está en un bellísimo complejo industrial construido en 1887, donde inventó, entre otras cosas, el cine y las pilas alcalinas. Hoy es un museo perfectamente ambientado, que contiene miles de objetos y documentos históricos. Como experiencia, no obstante, es olvidable.
La elección de exponer colecciones estáticas en un escenario meticulosamente diseñado se repite en millones de museos en todo el mundo. Sin embargo, en el entorno tecnológico actual, un flujo incesante de información hace que las mentes modernas se aburran en espacios poco interactivos y sin dinamismo.
¿Cuántos de nuestros museos se encuentran subutilizados como el laboratorio de Edison, reclamando atención y fondos gubernamentales, desconcertados por la poca atención que reciben de la gente? La respuesta es ‘demasiados’.
El ocio actual se define por la búsqueda de vivencias auténticas y transformadoras. Los viajes son oportunidades de introspección y cambio de vida. Los centros comerciales empiezan a incluir espacios interactivos con instalaciones digitales. Los museos están siendo desplazados por ‘performances’ que comprimen la historia del arte o de la ciencia en un par de horas de estimulación multisensorial.
Las ciudades, especialmente las del sureste del Asia, empiezan a modernizar sus espacios públicos para ofrecer espectáculos que se mezclan con las actividades diarias y convierten la rutina en tiempo para el entretenimiento. Juegos de luces, espacios públicos interactivos, e instalaciones de arte público de última tecnología cambian la manera en que interactuamos con el espacio urbano.
Los presupuestos que se manejan allí son -todavía- inalcanzables para nuestras ciudades, pero las lecciones, la calidad de las historias, y la posibilidad de contarlas con medios propios, son fácilmente adaptables para creativos locales, usando espacios públicos y edificios bellísimos pero desperdiciados.
No conocer la historia condena a vivirla de nuevo. Tal vez hay una oportunidad para actualizar nuestros espacios culturales y evitar esa condena…