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Jaime Izurieta Varea | La comunidad es la mejor defensa

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Es momento de fortalecer a la ciudadanía, capacitarla y hacerla partícipe activa en la protección de su entorno

Los incendios forestales que azotan a Quito nos recuerdan que vivimos en una ciudad que no solo convive con la naturaleza, sino que también compite con ella por espacio y seguridad. La expansión urbana ha creado zonas de alto riesgo donde la naturaleza se vuelve una amenaza latente. Esta problemática demanda respuestas inmediatas, prácticas y al alcance de una ciudad limitada en recursos.

Mientras políticos y activistas se sumergen en discusiones interminables sobre planificación y diseño urbano, las llamas avanzan, y la realidad se impone. La protección de nuestros barrios y habitantes requiere urgente adopción de medidas a corto plazo que no dependan de complejas intervenciones urbanas ni de grandes presupuestos.

Un primer paso es organizar a la comunidad. La gente, casi de manera espontánea, acude con palas y baldes de agua cuando las llamas se acercan a sus hogares. Este instinto de supervivencia y solidaridad debe fomentarse.

Las brigadas comunitarias, compuestas por vecinos entrenados en prevención de incendios y primeros auxilios, pueden ser la primera línea de defensa antes de que los bomberos lleguen a la escena. La seguridad de una ciudad también se mide por la capacidad de sus ciudadanos para organizarse y responder ante la emergencia.

Hay un poder enorme en la comunicación vecinal, especialmente en tiempos donde la inmediatez es vital. Grupos de WhatsApp, redes locales de radio y sistemas simples de alerta pueden ser una herramienta decisiva para la respuesta temprana. Durante el reciente incendio en Guápulo, fueron los propios vecinos quienes alertaron a las autoridades y coordinaron evacuaciones preventivas antes de que llegaran las unidades de emergencia.

Quito debe apuntar a soluciones de largo plazo, pero no puede esperar por planes complejos ni inversiones millonarias para resolver la amenaza de los incendios.

Es momento de fortalecer a la ciudadanía, capacitarla y hacerla partícipe activa en la protección de su entorno. Frente a la devastación del fuego, la mejor respuesta es la capacidad de acción ciudadana.