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¿Puede España ejercer liderazgo europeo?

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La UE funciona, desde hace mucho, como un órgano intergubernamental en lugar de federal

A pocas horas de que el Partido Socialista a la cabeza del gobierno en España sufriera importantes derrotas en elecciones regionales y municipales, el primer ministro Pedro Sánchez anunció el adelanto de elecciones generales al 23 de julio. ¿Cómo repercute esto en la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea que asume España el uno de julio en un contexto complejo? Un país que ostenta esa presidencia tiene seis meses para promover la agenda compartida. Por ahora, el principal riesgo para la agenda del Consejo deriva de las disputas políticas en España, que surgen cuando la UE se ve sacudida por diversas crisis (incluida una guerra). La cuestión de seguridad energética sigue sin resolverse tras el abrupto corte del suministro de hidrocarburos rusos. Y el mercado único (motor de la UE) muestra signos de tensión conforme se intensifican los desequilibrios internos. Una presidencia del Consejo distraída o improvisada es lo último que necesita Europa. España pretendía centrarse en temas como inteligencia artificial, fortalecer la ciberseguridad europea y la transformación digital. Mas también debería dar alta prioridad a promover la transición hacia energía limpia, mejorar la base industrial de la UE y crear un ‘núcleo de poder’ a nivel comunitario capaz de promover los intereses europeos a largo plazo y fomentar su condición de actor estratégico. La UE no ha logrado establecer una posición unificada en áreas clave como política exterior, seguridad y defensa. Si pretende contribuir a determinar el rumbo de la gobernanza global, debe hacerse un hueco en un orden mundial cambiante. Necesitará mucha más acción concertada, lo cual incluye profundizar la colaboración con el Sur Global -en especial América Latina (AL), región que ha relegado durante demasiado tiempo a los márgenes de su acción internacional-. Junto con África, es una “región pivotante” que puede inclinar la balanza global hacia el orden basado en reglas que desea la UE o hacia algo diferente. El año pasado, el jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell, pidió dar un “salto cualitativo en las relaciones” con AL y el Caribe en un plazo de 18 meses. Pero para lograrlo se necesita un liderazgo firme, pues la región presenta evidentes desafíos políticos. Una nueva ‘ola rosa’ parece barrer AL (con gobiernos de izquierda en 12 países), y cunde la insatisfacción política: una receta para la agitación. A la vez, China ha ampliado su influencia en la región, convirtiéndose en su segundo socio comercial. Hay políticas concretas que la UE puede aplicar para contrarrestar la influencia de China y mejorar su posición estratégica en AL -y el resto del mundo-. Así, debería trabajar para concretar acuerdos de libre comercio postergados durante mucho tiempo. Cuando los obstáculos para su implementación plena sean insuperables, existe la posibilidad de dividirlos en partes para poder ratificar antes las cláusulas menos discutidas. Europa debe aprovechar al máximo su inminente cumbre con la Comunidad de Estados de AL y el Caribe para fortalecer relaciones. España desempeñó un papel fundamental en los primeros intentos europeos de elaborar una política para AL y debe mostrar el camino. Una postura más cohesiva en foros internacionales y alianzas estratégicas reforzadas, aumentará la influencia de Europa en esta era de reequilibrio global. España puede contribuir tangiblemente a estos objetivos al asumir la presidencia del Consejo de la UE, pero solo si evita que la política doméstica interfiera.