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Juan Carlos Calderón: El periodismo y el circo romano

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Algo que diferencia al buen periodismo de los ‘influencers’ disfrazados de periodistas es la voluntad de verdad.

El periodismo nuevamente enfrenta una andanada de patrañas que está acompaña de contenidos de dudosa legalidad, procedencia y veracidad.

Una de las reglas de oro de este oficio es que si hay una duda razonable sobre la veracidad de una información, que además afecta a un tercero, es mejor no publicarla hasta obtener la contrastación adecuada, de modo documentado y preciso. Pero nada de eso se ha hecho desde cuando apareció esta operación de lavado de cara de actores del crimen organizado y de la corrupción, de mano de los supuestos contenidos del supuesto teléfono de Fernando Villavicencio, pero convenientemente novelados por los sacerdotes y oficiantes de este circo romano, que deciden quiénes merecen morir y quiénes vivir, quiénes tienen derecho a la reputación y a la honra y quiénes no. Acusar, además, a un personaje asesinado, sin que este pueda responder, es de una bajeza pocas veces vista antes en la historia, ya de por sí sucia, de la política nacional.

Este circo, sin embargo, nos deja sus lecciones. El periodismo de investigación del Ecuador goza de buena salud. Ha pasado por etapas duras y no pocos desafíos, pero en general, y eso lo demuestran las nuevas generaciones (sobre todo de jóvenes mujeres) ha sido y es riguroso y valiente. Un periodista que respeta y dignifica su oficio no solo tiene calidad profesional, que conduce a la credibilidad del público, sino también un horizonte ético, porque no tiene sentido hacer buen periodismo si no va acompañado de una filosofía moral en favor de las buenas prácticas, el bien común y las causas nobles de la sociedad y el país.

Algo que diferencia al buen periodismo de los ‘influencers’ disfrazados de periodistas es la voluntad de verdad. Quienes son oficiantes de las redes (anti) sociales no tienen voluntad de verdad, sino de espectáculo. El modelo de negocio de los ‘influencers’ es el enganche: mientras más despistados o despiertos se sumen a sus transmisiones les rinde más económicamente. No importa que la carnada para la pesca de ingenuos sea verdad o mentira (la mentira rinde más) pero el estilo siempre es el amarillismo, el escándalo, el escarnio del otro, el ataque indiscriminado (lo que se llama echar lodo con ventilador). Para el efecto da lo mismo: más atrapados en sus redes, más personas chapoteando en la piscina del show, del circo romano en el cual se aplauden entre ellos, convencidos de su genialidad y su autorreferencialidad. Y, por supuesto, más dinero.

Las ‘fake news’, los portales falsos, las cuentas falsetas rinden, gracias al escándalo, mucho más dinero de lo que ustedes creen. Si no, no existirían. Y si a eso le suman influencia política, mejor.

El antídoto para estos tiempos donde reinan la confusión y el caos de noticias mezcladas con mentiras es hacer mejor periodismo cada vez. El periodismo serio, que no está comprometido con intereses particulares ni oficiales, el que no se alimenta de chismes, dimes y diretes, el que busca la construcción de una sociedad mejor, el que responde a su público y a su conciencia, el que no manipula la información, es una garantía para la democracia. El periodismo de ‘influencers’ o sacerdotes de circo romano, y comprometido con los grupos de poder y de extorsión, es un peligro para la nación.