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Ahora el lobo es cordero

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Si lo que inquieta no se puede preguntar, si lo que ocurre no se puede contar, hay licencia para matar

Jorge Glas, exvicepresidente y exconvicto aún con causas pendientes, ha estrenado un programa de radio. 'Glas en línea', se llama. El ahora emulador de periodista Jorge Glas presentó así la filosofía del formato en su debut: “Un diálogo honesto y abierto para crear un debate; para poner temas de interés sobre la mesa y buscar soluciones a la ciudadanía”. La impostación de Glas en la intención revelada, el camaleónico mensaje y su desembarco en los medios desde una deshonesta trayectoria suponen una felonía mayúscula contra el periodismo y desata, al tiempo, un primer grito de indignación por la exhibición de cinismo: si la filosofía de Glas es real, ¿por qué su Gobierno perseguía a la prensa independiente hasta el exterminio cuando profesaba igual compromiso con el interés público?

Confieso que escribo estas líneas con desahogo para liberar resentimiento por aquel intento continuado de holocausto: por respeto a mi sagrada profesión, el periodismo. Por esta empresa, Granasa, donde viví esos años. Por la prensa libre e independiente. Por Ecuador y en memoria de Fernando Villavicencio, a quien callaron a bala. No hubo mayor infamia en el 'correato' que la Ley de Comunicación. No es una afirmación por gremialismo sino por necesidad social de preservación democrática; tampoco es una conclusión fruto de mal cálculo. Porque los daños desgastan en delitos como la corrupción se ideó la Ley de Comunicación, el cemento para enterrar de origen cualquier atisbo de poner en escena la infamia. Si lo que inquieta no se puede preguntar, si lo que ocurre no se puede contar, hay licencia para matar.

Fueron años superlativamente difíciles. La oposición política nunca ayudó, tal vez por connivencia, quizá por considerar que la conformación de opinión pública era un asunto menor. Por todo, la Ley de Comunicación resultó una herramienta tan eficaz que el Gobierno podía imponer la ficción de un día claro sobre la realidad de la noche más oscura; de engordar la impunidad y esconder la tiranía entre vergonzosas simulaciones democráticas como la Supercom. Jorge Glas fue lobo y vivió con provecho por aquellas negruras. Ahora se embosca de cordero. Desconoce que el éxito del buen periodismo radica en la credibilidad, justo el activo intangible de los sobrevivientes de su época que aquí estamos. Mientras él, como el grueso de líderes y correligionarios de aquella tropelía, están en fuga, han pasado por cana o aún están en 'Canadá'.