Dmitry Muratov, Maria Ressa, Jody Williams: Por el regreso de la paz olímpica
Durante las antiguas Olimpíadas, las frecuentes guerras entre las ciudades-estado griegas se suspendían...
Hoy se desarrollan no menos de 55 guerras en todo el mundo. Los políticos se han mostrado una y otra vez incapaces de poner fin a los conflictos armados que destruyen sociedades; y los peligros se multiplican porque las guerras locales ya no se contienen en el nivel local. El sangriento conflicto entre Rusia y Ucrania (la mayor guerra en Europa desde 1945) ha ingresado a su tercer año y sus repercusiones se sienten en todo el planeta, incluyendo un aumento del hambre en África, una crisis migratoria en Europa y la liberación de sustancias dañinas en suministros de agua, alimentos y leche que llegan a personas de los seis continentes. Se prevé que a fines de este año la cantidad de muertos o lesionados por la guerra en Ucrania supere el millón, cifra de víctimas no vista en Europa desde la II Guerra Mundial.
En Gaza, donde la guerra hace estragos desde octubre del año pasado, NN.UU. calcula que la cifra de muertes en enero era 25.000 (es posible que sea mucho mayor). Y también según la ONU, 377.000 personas han muerto en combates o por enfermedades tras una década de guerra civil en Yemen. Mientras continúan estos y otros conflictos, los presupuestos de defensa en todo el mundo crecen sustancialmente y sobre todo esto pende la amenaza (repetida una y otra vez en Ucrania) de una guerra nuclear.
Los recursos movilizados son comparables a los que se necesitan para hacer frente al cambio climático o para eliminar el hambre en todo el mundo por los próximos 80 años. Nadie sufriría hambre ni moriría de agotamiento, y ningún niño estaría desnutrido, si el dinero que hoy se gasta en armamento y soldados se usara para mejorar las vidas de los pobres del mundo. En vez de aplicarlo a sostener la vida, se desperdicia para extender la muerte.
Las víctimas de las guerras actuales son en su mayoría personas de entre 30 y 40 años de edad; es decir que cada muerte equivale más o menos a la mitad de una vida que pudo ser. Cada 100.000 muertos son cuatro millones de años no vividos, descubrimientos que no se harán, niños que no nacerán, huérfanos que sufrirán en soledad. Los autores y consignatarios de este comentario no son representantes de ningún Estado. Pero si los esfuerzos estatales en pos de la paz no son suficientes, es necesario que las personas (cualquiera sea su profesión o posición social) intervengan.
El mundo debe confrontar las guerras actuales con una sola voz. Por eso pedimos a Su Santidad el papa Francisco, a Su Santidad el patriarca ecuménico Bartolomé, a Su Santidad el Dalai Lama XIV y a los líderes musulmanes y judíos que usen su autoridad moral para hacer un llamado a todos los ciudadanos del mundo y a sus gobiernos. Los Juegos Olímpicos de París 2024 son una oportunidad ideal para hacerlo. Durante las antiguas Olimpíadas, las frecuentes guerras entre las ciudades-estado griegas se suspendían, dando paso a competencias entre atletas que buscaban la excelencia. Esperamos que los miles de millones de personas que verán los Juegos de París sigan el ejemplo y se unan a los líderes religiosos y morales en un llamado a la paz.
Los conflictos exigen un alto el fuego inmediato, seguido de un intercambio total de prisioneros, liberación de rehenes, devolución de restos humanos y un comienzo de negociaciones. Nuestro deber principal como adultos es garantizar que nuestros hijos nos sobrevivan. En vez de destruirnos unos a otros y a nuestras sociedades con violencia, dediquemos nuestras energías y recursos a salvar el planeta. Y que nuestro primer paso sea revivir la paz olímpica.
Firman este comentario medio centenar de ganadores del Premio Nobel en diversas disciplinas y procedentes de diferentes países del mundo. (https://acortar.link/UYwyuV)