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Jaime Izurieta | Decisiones

En el siglo XX las ciudades alteraron sus patrones de uso del suelo para enfocarse en la conectividad

Las islas del Caribe son cuna de algunas de las ciudades más antiguas de Latinoamérica. Santo Domingo se fundó en 1503 y La Habana en 1519. Nuestras ciudades un par de décadas después: Quito en 1534, y Guayaquil en 1538.

Las ciudades latinoamericanas, más nuevas que sus contrapartes europeas, se erigieron sobre los mismos principios atemporales. Desde la antigüedad, griegos y romanos ya consideraban esenciales tres aspectos: salubridad, defensa y acceso al agua. Estos principios se mantuvieron vigentes por siglos, adaptándose a las innovaciones tecnológicas de cada época.

A lo largo de la historia, la tecnología ha transformado la ciudad. El automóvil reconfiguró el entramado urbano, forzando un reajuste que rompió con principios centenarios. El aire acondicionado permitió habitar territorios inhóspitos y el ascensor permitió construir en altura.

En el siglo XX las ciudades alteraron sus patrones de uso del suelo para enfocarse en la conectividad en lugar de los nodos. Las grandes avenidas reemplazaron a las plazas como símbolos de desarrollo, en detrimento de los espacios públicos de calidad.

Hoy las ciudades latinoamericanas reflejan las decisiones tomadas en el siglo XX. Con vías infranqueables, espacios públicos vacíos, barrios residenciales alejados de los centros laborales y centros comerciales rodeados de estacionamientos, la calidad de vida urbana ha sido comprometida.

El resultado de nuestras decisiones es evidente: las áreas más atractivas de nuestras ciudades se crearon siguiendo principios tradicionales. Las zonas menos funcionales son a menudo el producto de una mentalidad que prioriza la adaptación del ser humano a la tecnología, en lugar de integrar la tecnología de manera que beneficie a la vida urbana.

A pesar de estos desafíos, aún hay esperanza. Muchas ciudades están redescubriendo cómo revitalizar su relación con el urbanismo tradicional, buscando un equilibrio saludable entre innovación y principios históricos. Esperamos que las ciudades ecuatorianas también puedan embarcarse en este proceso de transformación positiva.