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Jaime Izurieta Varea | Arquitectos de la comunidad

La mayoría de las decisiones de construcción en barrios son decisiones de supervivencia

Desde lejos, es grato ver varios nombres familiares como candidatos en las próximas elecciones del Colegio de Arquitectos del Ecuador.

Entre las varias propuestas que se plantean, destaca la figura del ‘arquitecto de la comunidad’. La idea, en esencia, busca que jóvenes profesionales, en una suerte de pasantía de servicio, asesoren a barrios y parroquias en el mejoramiento de sus espacios habitables, asegurando que las construcciones cumplan con las normativas y garanticen la seguridad.

Para que una propuesta así pueda tener éxito, es necesario que los estudiantes que salen de las facultades tengan un conocimiento de temas más allá del diseño arquitectónico y el entorno legal que lo rige.

La mayoría de las decisiones de construcción en barrios son decisiones de supervivencia. Los pisos adicionales, la subdivisión de inmuebles existentes y adiciones que desafían la gravedad son hechas con buena fe, buscando mejorar las condiciones de los propietarios.

Sin embargo, ignorar leyes básicas de la física pone en riesgo su integridad y calidad de vida.

El impacto de los arquitectos de la comunidad radica en que más allá del soporte técnico, los profesionales comprendan el contexto de las decisiones y apoyen en la construcción de valores cívicos y capital comunitario.

Cobra especial importancia la formación de quienes asuman este rol. Las herramientas metodológicas, talleres de comunicación y resolución de conflictos, así como un protocolo de actuación clara son elementales. Trabajar con las comunidades requiere empatía y flexibilidad para ofrecer soluciones que partan de las necesidades locales y el conocimiento del entorno.

El trabajo de campo implica recursos: movilidad, materiales, insumos básicos y, por supuesto, una remuneración para el profesional, aunque sea en formato de pasantía. Por lo tanto, el modelo de financiamiento del programa debe estar claramente definido.

Con un modelo viable que abarque aspectos técnicos, sociales y financieros, la iniciativa puede tener un impacto tremendamente positivo y replicarse en todas las provincias del país.