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Jaime Izurieta | ¿Cuáles son nuestras banderas?

La próxima oportunidad que tengamos de sacar nuestra bandera y honrar nuestra historia, pensemos en los que vinieron antes

Mi abuelo tenia una bandera tricolor que sacaba religiosamente cada vez que había feriado. Igual el 24 de Mayo, que el 10 de Agosto o el 9 de Octubre. Creo que lo hacía de pura convicción, aunque alguna que otra vez mencionó que si no lo hacía, habría alguna sanción. Años después, quizás en alguna alcaldía quiteña marcada igualmente por la creatividad que por la disciplina férrea, recuerdo la amenaza constante de sanciones por no izar la bandera.

Dos formas de ver la interacción de los ciudadanos con el espacio construido. La primera, voluntaria, basada en el honor y en el cariño a los hitos del lugar: la gente, la cultura, las tradiciones y los valores comunes. La segunda, basada en atributos vacuos y narrativas ideológicas, impuesta, forzada y amenazante. Dos formas distintas de ver la ciudad, que se manifiestan en cómo se organiza actualmente la interacción del municipio con el ciudadano. Podríamos promover que los encuentros y los intercambios sean orgánicos y de buena fe, que las relaciones crezcan cuando y como deben, y que las personas escojan cómo hacer ciudad y cómo construirla. O, por otro lado, podemos, como hoy, forzar que toda interacción surja de un marco regulatorio basado en la desconfianza, punitivo y amenazador. Tristemente, hemos escogido lo segundo y las buenas ideas, tanto como las malas, se quedan enredadas en la torpeza de la burocracia y su ambición de control.

Históricamente, fueron ciudadanos de bien, sin códigos interminables ni procesos controlados, carpinteros, albañiles y pedreros expertos, quizás analfabetos, quienes trazaron calles, elevaron edificios y decoraron plazas, sin amenaza de multas y sanciones de no ajustarse a volúmenes enormes de reglas y procesos burocráticos. Esos pedazos de ciudades que hoy son orgullo de todos y nos motivan a enarbolar banderas y cantar himnos fueron edificados confiando en la capacidad del ser humano de buscar la verdad, crear belleza y hacerlo con generosidad para el disfrute de todos.

La próxima oportunidad que tengamos de sacar nuestra bandera y honrar nuestra historia, pensemos en todos los que vinieron antes y construyeron las ciudades, plazas y calles que hoy veneramos. Que cada bandera que adorna la ciudad sea un símbolo de que aún creemos en los valores que construyeron joyas casi irrepetibles como Las Peñas, Zaruma y los centros de Quito o Cuenca.